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Mostrando entradas de enero, 2024

Raymundo Sánchez, el continuador de la tradición

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  Antonio Guerrero Aguilar/ Quien se quedó con el negocio del papá, fue Raymundo, nacido a las 4 de la mañana del 1 de enero de 1885, en una casa situada en la calle de San Francisco sin número, hijo de Raymundo Sánchez y Maximina González. ¿Cómo aprendió del negocio? Viendo, involucrándose, colaborando en las tareas, asistiendo en las responsabilidades de su papá como del resto de los trabajadores. Un detalle: sin importar el parentesco, todos comenzaron a cavar fosas, preparar cadáveres y llevarlos a enterrar al panteón. Se casó a las 8 de la noche del 10 de febrero de 1918, con María Cantú, en el domicilio de Zaragoza número 147. Ella era de Salinas Victoria, de 25 años, hija de José María Cantú González y Beatriz González. Ya con responsabilidad a cuestas, adquirieron la primera carroza de motor, marca Ford en 1919, con los dos locales: Diego de Montemayor y el de Zaragoza y M.M. de Llano. Aunque fue una etapa difícil entre 1920 y 1928, lograron consolidar a la agencia, por el

Raymundo Sánchez

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 Antonio Guerrero Aguilar/ Hay una funeraria llamada “Raymundo Sánchez”, en honor a un personaje nacido el 15 de marzo de 1860 en Cadereyta Jiménez. Fue bautizado el 17 de marzo de 1860 en la parroquia de San Juan Bautista de aquel lugar. Hijo de Anastasio Sánchez y Benigna González, vecinos y originarios de la hacienda de San Bartolo en la misma jurisdicción municipal. Tenía apenas seis años cuando sus padres murieron. No sé sabe con quién se crio y si tuvo formación básica de primeras letras. En un documento, anotó su arribo a Monterrey en 1871. Don Raymundo Sánchez, se inició en el ramo, como conductor de carros fúnebres. Contrajo matrimonio el 8 de enero de 1884, con Maximina González en Monterrey. Era viudo de Florinda Garza, a quien le dio cristiana sepultura en el panteón de Cadereyta seis meses atrás. En el acta aparece como comerciante sin identificar el ramo. Pero se dedicaba a la conducción de carrozas funerarias. El trabajo no solo estaba limitado al traslado del ataúd.

Las carrozas y la fúnebre melodía

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Antonio Guerrero Aguilar/ La escoltamos en entierro sobre fúnebre carroza empujado por corceles de belleza suntuosa y mis lágrimas caían aferrado al carruaje, en sollozos, que por su nombre, la llamaban…   Identificamos los duelos, cuando vemos las caravanas formadas por automóviles y unas camionetas que llevan los arreglos florales. Al frente va la carroza con el cuerpo a inhumar. Siempre elegante como sobria, en su lentitud demuestra el duelo y la esperanza de la vida eterna. De color negro, aunque también las he visto blancas. ¿De dónde viene esa tradición? Cuando había una batalla, reunían a todos los caídos y los colocaban para quemarlos. Unos envueltos en una sábana o lienzo, colocados en una mesa o tabla. Para su protección, los ponían en cajas de madera, piedra o algún otro material y los cargaban en hombros para llevarlos al sepulcro. Como eran tan pesados, usaron carretas para su traslado, pero no estaban alargadas e inadecuadas, que dejaban expuesto al difunto a

Las esquelas

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Antonio Guerrero Aguilar/ Tradición ancestral la de anunciar la partida de un ser querido; arte impreso ya en desuso. Las de Monterrey, famosas y elaboradas por José Juan Pérez, de la agencia Barragán, de J.E. Puente, los talleres de Cantú Leal, Juan Cruz, del panteón El Roble, de Dolores-El Carmen y Raymundo Sánchez. La esquela es una nota recuadrada en negro, publicada en un cartel o papel alusivo, ya sea en un medio de comunicación o colocada en un lugar público, advirtiendo el deceso de una persona. Contiene un mensaje breve y escrito, de carácter esperanzador, tanto impreso como manuscrito, dirigido a los familiares o a un colectivo. Por lo tanto, contrataban a alguien o mandaban a uno de los empleados a entregarla casa por casa, en la calle y en las oficinas públicas. Con inscripciones diversas, como: “se presentó ante el Tribunal Santo de Dios Nuestro Señor, habiendo vivido siempre en el seno de la Santa Iglesia Católica, Apostólica, Romana, confortada con los santos Sacrame

Testimonios del recorrido...

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Esquilas, esquelas y esqueletos

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Antonio Guerrero Aguilar   Ese interés por las cosas relacionadas a la tradición funeraria. Leo a Hemingway: “La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti”. Precisamente hay una tríada que nos remite a cosas distintas, pero relacionadas en origen y sentido: esquila, esquela y esqueletos. La esquila es una pequeña campana, situada en las espadañas de los templos, para convocar a los servicios de la comunidad. Las había en cada capilla, en cada campanario. Doblaban y doblaban porque dan vuelta y vuelta. Entonces los campaneros debían sujetarse con fuerza en sus bordes, para que comenzaran a girar. Con el tañer anunciaban el deceso de un ser querido o vecino de la comunidad. Al terminar la misa de cuerpo presente y desde el atrio al cementerio, comenzaba el “doble”: uno-dos, uno-dos y así sucesivamente hasta que alguien le avisara que dejara de hacerlo, porque el se

La muerte representada por el arte

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Antonio Guerrero Aguilar/ ¿Qué hace tan enigmático como atrayente un cementerio? Para unos puede ser repulsivo como doloroso. Evoca distintas realidades, aunque sin estar personas queridas, nos recuerdan a los nuestros. En mi caso: para ir a los “temporales” de Santa Catarina, ahora colonia Norberto Aguirre, debíamos atravesar un túnel y al final, se presentaban las cruces desordenadas atrás de unas viejas tapias. Pasa el tiempo, acudo a buscar información y de pronto, se da uno cuenta que las lápidas contienen más que nombres y fechas. Hay arte representado en esculturas, diseños y arquitectura, que imitan los tiempos pretéritos. Los materiales, en este caso, ya sea de mármol de las Mitras, sillares de la Loma Larga, mármol negro del Topo, cantera rosa potosina o verde de Ramones. Unos de piedra bola o concreto. Veo las tumbas y encuentro firmas. Me doy cuenta que la tradición funeraria no concluye con la velación y la inhumación. También conlleva a un proceso de continuar la memo

Los sepulcros recuperados

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Antonio Guerrero Aguilar/ Alguna vez don Carlos Pérez-Maldonado, dijo que con la apertura del panteón El Carmen en 1901, muchos se aprestaron a comprar lotes y a contratar artistas, escultores y constructores para levantar los mausoleos y espacios funerarios. Del que voy a tratar el día de hoy, es el primero a la izquierda. De buen tamaño, parece un escudo cuya punta ve hacia el poniente, rodeada un barandal metálico. Se advierte un piso ya afectado por la intemperie, pero se notan los mosaicos. En el extremo izquierdo, hay una Cruz patriarcal bellamente tallada en mármol y tres lápidas dispuestas en el espacio, ya fracturadas lamentablemente. Es la última morada de Francisco Oliver y Soler, nacido en Mahón de la isla de Menorca, es las Islas Baleares pertenecientes a España, el 15 de enero de 1836 y fallecido el 1 de enero de 1894. Fue banquero, accionista en La Fama, comerciante, fundador de la Cámara de Comercio de Monterrey el 30 de abril de 1883. Casado con Adela Comonfort Lara

Tercer recorrido

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Las tumbas borradas

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Antonio Guerrero Aguilar/ Esto que les cuento, sucedió en el panteón San Juan de Santa Catarina. En el 2004 estaba en un recorrido con alumnos de arquitectura de la UDEM. Fuimos con la intención de ubicar tumbas y mausoleos antiguos, dignos de recuperar y cuidar, para convertirlo en zona de resguardo patrimonial. Llevaba un listado de unos 20 sitios, incluidos los dos accesos, porque se trata de dos cementerios en el mismo predio: el primero de 1860 y el segundo de 1899. Nos asombramos al ver a empleados municipales, removiendo lápidas y sacando restos humanos de un lote en el cual se hallaban dos extranjeros. Uno, fundador de la fábrica de hilados y tejidos de La Leona y el otro, un súbdito inglés que laboró en La Fama. La del primero, tenía un bloque de mármol con el nombre de Roberto Law, nacido en Irlanda el 27 de mayo de 1824. Con el correr del tiempo, llegó a México procedente de los Estados Unidos y se asentó en Monterrey, invitado por Ezequiel Steel. En 1874 comenzó a operar

El mausoleo del general

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Antonio Guerrero Aguilar/ Tras el umbral del panteón El Carmen, aparecen monumentos de mármol, cantera y piedra. Tantos que la vista no puede detenerse adecuadamente, porque todos llaman la atención. Sobresalen por sus estilos, materiales, formas, arreglos, situaciones, así como los nombres de quienes ahí están y que solo relacionamos a una calle, una escuela, un municipio. Parecen capillas y esculturas que bien pueden decorar alguna plaza, museo o paseo. Al avanzar, inmediatamente se pone su atención en una, la cual parece templo con rasgos propios de la Roma imperial. Su fachada contiene escudos y condecoraciones militares, así como el emblema nacional que alaban las proezas de quien ahí fue depositado. Resalta un arco de medio punto, similar a los arcos de triunfo que levantaban después de alcanzar la gloria en las lejanas campañas. Pertenece al general Jerónimo Treviño Leal, nacido en Cadereyta Jiménez el 17 de noviembre de 1835. Se hizo militar con Vidaurri, peleó en la guerra

Los filántropos en el olvido

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  Antonio Guerrero Aguilar/ La lectura de un sepulcro como de un mausoleo, túmulo o tumba como también le dicen, es ineludible para saber muchas cosas, más allá de lo que simplemente vemos: es la última morada, ahí resguardan los restos de quienes ahí descansan. El conjunto escultórico nos brinda elementos estéticos para ser percibidos como admirados, las lápidas contienen semblanzas con fechas y pensamientos. Todo está elaborado para el recuerdo, la valoración y el realce de la persona que ahí reside. En 1991 me pidieron la biografía de don Melitón Villarreal, publicada por la Universidad Mexicana del Noreste. En ese lapso tuve cercanía con él y en especial con su legado en beneficio de los demás. Lo que ven en las imágenes, tiene una hechura de principios de siglo XX. En la lápida sobresale la leyenda: “Filántropos nuevoleoneses”, refiriéndose a Juan José Villarreal y a su hijo Melitón, ambos de Abasolo-El Carmen, propietarios de las ex haciendas de San Antonio del Muerto, Mamuliqu

El Quijote de Monclova

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Mausoleos perdidos y dañados

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 Antonio Guerrero Aguilar/ Es lamentable, pero al menos en Monterrey, no tenemos testimonios de arte y cultura funeraria, correspondiente a los siglos XVII, XVIII y XIX, porque los camposantos y panteones fueron destruidos. Los municipios de Nuevo León los tienen, pero en mal estado, debido al poco cuidado atención que les brindan: mueren los deudos, las familias se van y quienes llegan, prefieren quitarlos para darle un nuevo uso al lote, para vender o incluso rentarlo. Con las leyes de Reforma y la disposición de 1859, se prohibió el uso de los atrios como de los templos. En tiempos donde era común padecer viruelas, escarlatinas, cólera “morbus”, la llamada peste del Levante, el sarampión y la calentura miliar. Por eso, los panteones debían permanecer alejados, a 200 metros de la última casa del poblado. Rodeados de altas y gruesas paredes, con tapias de piedras o sillares, decoradas con suficientes árboles y tan solo un acceso, que debía permanecer cerrado desde cuando se mete el

Y aunque viva prisionero, en mi soledad…

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Antonio Guerrero Aguilar/ Las flores también tienen su lenguaje. Nos indican a través de sus formas y colores tantas cosas de la vida silvestre, en comunión con la de los seres humanos. Con ellas representamos tanto el cariño y recuerdo de quien ya partió, así como la negación de la muerte. Con su aroma y colorido, aminoramos sus efectos y dolores, las dejamos como una ofrenda y su decoración, impregna nuestros buenos deseos en sufragio del espíritu que dejó la existencia terrenal. Las colocamos en su aniversario, el día de las madres, del padre como de los fieles difuntos, asimismo en los días propicios para los arreglos y limpieza de las lápidas, ermitas y monumentos funerarios. Una flor significa la permanencia de la vida. Si no se les da el cuidado necesario se marchitan. Entonces, como es complicado ir a cambiarlas, se recurrió por mucho tiempo a la elaboración de flores artificiales, primero con papel lustrina de tres colores: el blanco representa al cielo, el amarillo a la tie

Cordial invitación

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  PRIMERA LLAMADA: Hola a todos y todas: el sábado 27de enero a las 10 de la mañana, haré un tercer recorrido por los sitios que recuerdan la fundación de Monterrey, a sus fundadores, como la batalla de Monterrey en 1846. Salimos del Roble por Juan Ignacio Ramón, Gran Plaza, monumento a Diego de Montemayor, bajamos por Doctor Coss hasta el Paseo Santa Lucía, hasta Platón Sánchez y Juan Ignacio Ramón, para concluir a las 11:30 am. EVENTO GRATUITO gracias al apoyo del Programa al Estímulo Creativo y Desarrollo Artístico PECDA Nuevo León 2023-2024 del FONCA-CONARTE. 

Túmulos tristes repletos de piedras

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Antonio Guerrero Aguilar/ ¿Cómo eran los sepulcros de los ancestros, que no tenían para una tumba? Eran los túmulos, formados por montones de tierra, tan solo decorados por tierra apretada y piedras, con una cruz y el nombre de la persona. En tiempos lejanos, cuando la gente moría fuera del solar, en señal de respeto, colocaban una cruz o ese montículo que nos recordaba la partida de alguien que anduvo por ahí. Pero no hay restos mortales de los finados, por eso, cuando alguien muere, lo llevan a su lugar de origen, con los suyos y donde además se guarda su ombligo. Aún existen en los pueblos, ex haciendas y congregaciones. Me recuerdan a las cruces por la carretera, así como a un lugar en Santa Catarina, en donde decían habían encontrado a una persona muerta. Como consideración, todos los que pasaban dejaban una piedra como participando del duelo. Todo este rito, me lleva a entender la reminiscencia de los llamados chichimecas, quienes colocaban al cadáver en posición fetal, envuelt

La “Muerte Niña”

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Antonio Guerrero Aguilar/ No me imagino el dolor causado por la muerte de un niño para un matrimonio, en tiempos donde las pandemias y la falta de atención médica, les cortaba la existencia. Al principio no los dejaban ir, luego con la invención y uso extenso de la fotografía en el siglo XIX, se pusieron de tomar fotos de los niños muertos. La “Muerte Niña”, como así se le conoce al ritual y culto que rodea a la muerte de los infantes, dejados a la posteridad en un retrato. A veces solos y las más acompañado; sentado o acostado. En medio el niño ataviado con vestido de santo, preferentemente con el hábito de los “terceros” franciscanos o de angelito, la niña vestida de blanco y hasta con velo para hacer la primera comunión o de novia. Rodeados de hermanos, padres, abuelos incluso padrinos. No sabemos por qué lo hacían. Puede parecer macabro para nosotros. En cambio, para su familia era un ritual ineludible y debido.  Aquí vemos a una niña con un vestidito blanco. Alrededor de ella un

Cuando la muerte es detenida por la lente...

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 Antonio Guerrero Aguilar/   “Memento mori, memento vivire”, recuerda que morirás, acuérdate de vivir... La vida misma está repleta de los detalles que niegan el paso de una dimensión a otra, el olvido, la trascendencia como el fin de la existencia. Pero, y ¿si la vida es un sueño, entonces la muerte es un despertar? El hecho de dormir, implica necesariamente un abandono, un letargo, una especie de muerte en la cual dejamos la conciencia y lo real, para vivir en nuestro mundo, opaco, premonitorio o para imaginar aquello que queremos y no logramos conseguir. Concluye el ciclo y abrimos los ojos de nuevo a la realidad. La vida tiene memoria, y la muerte igual. El cariño como la ilusión de tener o quedarse con un ser querido, nos hace buscar por todos los medios, lo que pueda mantener en un instante el recuerdo. Primero en el arte funerario y después la lente. Todo implica que la persona que se va, nos deje algo, su esencia como su aspecto. Si es adulto, una última imagen con todos sus se

"Pobre corral de muertos..."

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Antonio Guerrero Aguilar/ “Entre tapias una cruz distingue tu destino” sentenció hace mucho tiempo Miguel de Unamuno. En cambio para Voltaire, el respeto y el cuidado de un pueblo se refleja en la atención y conservación de nuestros archivos y de nuestros panteones. Le concedo la razón definitivamente. En ellos descansan y están depositadas nuestra memoria e identidad, que tenemos como seres humanos y como pueblo. Somos hijos de la memoria y nosotros somos de la Tierra en la cual nacimos y en la cual morimos. Realidad inevitable y paradójica, pues los panteones alaban la vida y recuerdan a quienes ahí están. Dicen que las personas realmente mueren cuando ya nadie la recuerda. Pero también se corre el riesgo de no dejarlas ir: aunque nuestros seres queridos ya estén en mejor vida, los lloramos, los retenemos, escribimos peticiones para las misas en descanso eterno de quienes nos antecedieron y nos dieron la vida. Hacemos rosarios, colocamos veladoras y hasta hablamos con ellos. Hay

Cuando el sepulcro alaba a la vida…

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  Antonio Guerrero Aguilar/ Dicen que la vida se lleva a la muerte y que la muerte se lleva a la vida. Y si la vida es un sueño, la muerte es un despertar. En el ámbito de la biología, la muerte es la interrupción de las funciones vitales o cuando el cerebro deja de controlarlas. Desde el punto de vista religioso es concebida como parte de un ciclo continuo de nacimiento, muerte, resurrección o reencarnación. Para la filosofía, la muerte nos ofrece una nueva vida, la del conocimiento de lo inmutable. Por su parte Spinoza, una vez dijo que el hombre libre en nada piensa menos en la muerte y toda su sabiduría está concentrada en la vida. En cambio Séneca sentenciaba que el hombre regresa de donde una vez vino. Lo cierto es que gracias a las tumbas y entierros sabemos de las antiguas civilizaciones, por ejemplo, todo lo que sabemos de los etruscos es por sus tumbas y mausoleos.  Así como también existen muchos conceptos para referirnos a los lugares en donde descansan nuestros difuntos: c

Por los sacros parajes del noreste

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El panteón El Carmen

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Antonio Guerrero Aguilar/ Decían que la zona de los panteones de Monterrey, estaban situados entre el viejo camino a los Urdiales y el Obispado. Era una serie de predios destinados a la siembra, irrigados de varias acequias que venían tanto de San Jerónimo como del río Santa Catarina, rodeados de vetustos y gruesos árboles, en donde incluso, un personaje de nombre José Luna, decidió vivir en un jacal en medio de las ramas gruesas y el tupido follaje a unos cinco metros encima del suelo. La tierra era húmeda como suave, en donde bien se pudiera dar cristiana sepultura a los ilustres regiomontanos que hicieron posible el repunte económico y social de la región. En 1899 el médico Amado Fernández Muguerza organizó una sociedad anónima, para la construcción de un panteón particular al que llamaron El Carmen con una extensión de unas 24 manzanas. Fue diseñado por el Arq. Alfredo Giles y comenzó a operar en 1901. El portal de acceso del panteón corresponde al estilo neogótico, fechado en

Escuelas y panteones

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 Antonio Guerrero Aguilar/ Según las leyendas urbanas como rurales, donde hoy están planteles educativos, algún día fueron panteones y luego plazas de toros; forma extraña que enlaza la muerte con la fiesta brava. En cierta forma aquella tradición oral tiene razón, porque los terrenos de panteones civiles, abiertos después de las Leyes de Reforma (en perspectiva la segunda transformación nacional), al quedar repletos de inquilinos y en medio de zonas pobladas; fueron destinados para escuelas. En Monterrey hay dos o tres casos para señalar: los alrededores de la basílica de la Purísima, ahora la sede de la escuela Serafín Peña y la normal de educación especial. Caso similar al complejo educativo de Venustiano Carranza, desde Aramberri hasta Tapia, estuvo un panteón municipal, destruido entre 1956 y 1957. Lo peor, sacaron los restos de los finaditos, quitaron sus tumbas y construyeron otro panteón allá por Lincoln, entre Gonzalitos y Rangel Frías.  A fines del siglo XVIII el Obispo Lla

El panteón municipal de Monterrey

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Antonio Guerrero Aguilar/ Entonces, la ciudad tuvo al menos cuatro camposantos y otros sitios en donde llegaron a inhumar a los fieles difuntos: la catedral, el convento, el colegio jesuita y la Purísima. Aunque también, llegaron a usar el predio, donde pretendieron levantar una casa para las hermanas capuchinas, en lo que actualmente es la avenida Juárez entre Aramberri y Ruperto Martínez, así como en los alrededores del templo del Roble. Las pandemias repentinas y constantes, así como las incursiones y asaltos militares dejaban muchas pérdidas de vidas humanas y debían buscar sitios para guardar el descanso eterno de quienes dejaban el mundo terrenal. Debido a las dos epidemias de cólera morbus (1833 y 1849), así como por la obligatoriedad del decreto de secularización de los cementerios el 31 de julio de 1857, en consecuencia, el ayuntamiento de Monterrey dispuso clausurarlos camposantos y buscar la apertura de un nuevo panteón situado al poniente de la ciudad, allá por el camino

De camposantos a panteones

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  Antonio Guerrero Aguilar/ Hace mucho tiempo había entierros mayores y menores. Una diferenciación que nos puede provocar interrogación, sin duda alguna. Hasta las leyes de Reforma en 1857 (la segunda transformación que nos señalan), había dos maneras de realizar la ceremonia para despedir y luego la inhumación de un difunto, que se distinguían simple y sencillamente, porque una comprendía todos los ritos y privilegios habidos y por haber: sacerdote, diáconos, velas, acólitos, coros, ceremonia completa y toda la cosa y otro que tan solo implicaba responsos por el descanso eterno del alma que había partido al encuentro del Creador. La primera tenía un costo elevado para quienes podían pagarla o endeudarse y la otra se hacía por caridad. Hasta en eso se dividían las castas y las clases sociales, por eso el mérito que le reconozco a los liberales que se quedaron con el poder republicano entre 1857 y 1867, fue la de suprimir los beneficios de aquellos que podían diferenciarse incluso

El panteón del Nogalar

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  Antonio Guerrero Aguilar/ Donde descansan las palomas. En su sentido original, cementerio significa el lugar donde se refugian las palomas. Después tomó uno de los nombres que designan al sitio, la tierra sagrada donde permanecen los restos humanos esperando la resurrección de los muertos, en donde los deudos pueden rendirles una devoción. Los antiguos levantaban trofeos en donde morían los valientes, mezclando sus cadáveres con piedras, armas y demás objetos de valor. Hubo un cementerio en donde rindieron honores a los caídos en el Sitio de Monterrey. En noviembre de 1846, el Tercer Regimiento de Infantería de los Estados Unidos, decidió delimitar un terreno frente a su campamento en el Bosque de Santo Domingo, para enterrar los restos de sus oficiales que murieron en los combates, quienes valientemente dieron su vida en las cargas frontales, ataques con bayoneta y lucha cuerpo a cuerpo. Con lápidas en donde estaban los nombres de los que pudieron rescatar. A decir verdad, mucho