Esquilas, esquelas y esqueletos

Antonio Guerrero Aguilar

 


Ese interés por las cosas relacionadas a la tradición funeraria. Leo a Hemingway: “La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti”. Precisamente hay una tríada que nos remite a cosas distintas, pero relacionadas en origen y sentido: esquila, esquela y esqueletos. La esquila es una pequeña campana, situada en las espadañas de los templos, para convocar a los servicios de la comunidad. Las había en cada capilla, en cada campanario. Doblaban y doblaban porque dan vuelta y vuelta. Entonces los campaneros debían sujetarse con fuerza en sus bordes, para que comenzaran a girar. Con el tañer anunciaban el deceso de un ser querido o vecino de la comunidad. Al terminar la misa de cuerpo presente y desde el atrio al cementerio, comenzaba el “doble”: uno-dos, uno-dos y así sucesivamente hasta que alguien le avisara que dejara de hacerlo, porque el sepelio había llegado al cementerio.

La palabra esquela es una nota breve, la cual anuncia la muerte de un ser querido. La imprimían en las funerarias y de ahí salían a repartirlas. Era la forma de anunciar la partida material. Luego llegaban a dar el pésame, a participar del duelo. Ya es una tradición en desuso, ahora las publican en el diario más vendido en la localidad, por información en redes sociales o de los familiares.

Del esqueleto, mejor no hablar. Bueno, mejor sí: viene de la palabra griega que designa desecar. Las son parecidas, casi de naturaleza homófona, por la relación que guardan para lo mismo: las esquilas doblan por el deceso de un ser querido, después de la misa de cuerpo presente, a quien llevan al sepulcro para inhumar quedando en tan solo tierra…

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