El panteón municipal de Monterrey

Antonio Guerrero Aguilar/

Entonces, la ciudad tuvo al menos cuatro camposantos y otros sitios en donde llegaron a inhumar a los fieles difuntos: la catedral, el convento, el colegio jesuita y la Purísima. Aunque también, llegaron a usar el predio, donde pretendieron levantar una casa para las hermanas capuchinas, en lo que actualmente es la avenida Juárez entre Aramberri y Ruperto Martínez, así como en los alrededores del templo del Roble. Las pandemias repentinas y constantes, así como las incursiones y asaltos militares dejaban muchas pérdidas de vidas humanas y debían buscar sitios para guardar el descanso eterno de quienes dejaban el mundo terrenal. Debido a las dos epidemias de cólera morbus (1833 y 1849), así como por la obligatoriedad del decreto de secularización de los cementerios el 31 de julio de 1857, en consecuencia, el ayuntamiento de Monterrey dispuso clausurarlos camposantos y buscar la apertura de un nuevo panteón situado al poniente de la ciudad, allá por el camino rumbo a los Urdiales.



Eligieron un buen terreno arbolado, compuesto por unas cuatro manzanas. Construyeron una barda de sillar para delimitarlo y comenzaron a distribuir los lotes mortuorios. En ese sector comenzó a funcionar el panteón civil de Monterrey a partir de mediados del siglo XIX y por el aumento de defunciones, se abrió un segundo panteón en 1880 con otras cuatro manzanas. La necrópolis regiomontana, estaba situada entre las actuales calles de Tapia y Aramberri y Bravo y Venustiano Carranza. Como ya estaba repleto, decidieron clausurarlo en 1956, trasladando los restos al panteón nuevo allá por la avenida Lincoln. Lamentablemente destruyeron todos los sepulcros y mausoleos…

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