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Mostrando entradas de diciembre, 2023

La calle Galeana

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 Antonio Guerrero Aguilar/ Hubo un tiempo, en que Monterrey tenía tan solo unas cinco calles que corrían de oriente a poniente; en cambio las que iban de norte a sur eran consideradas unos callejones, conocidos más bien por quienes ahí vivían o tenían algún distintivo como piedra, un vecino o alguna situación que tuvo lugar en el rumbo, hasta que en el siglo XVIII el cabildo de la ciudad dispuso que les pusieran un nombre formal. En un plano de 1791, vemos a uno de ellos, que para 1861 apenas comprendía dos cuadras. Se le puso el nombre del insurgente Hermenegildo Galeana, y se fue extendiendo conforme se instalaron varios negocios que llegaban hasta el barrio del Roble. En el último tercio del siglo XIX, el sector comenzó a poblarse hasta llegar a la Calzada Unión, llamada tiempo después de Madero. A través de su extensión, vivieron muchas familias y se formaron barrios que durante mucho tiempo dieron vida a toda la vía, ahora repleta de negocios, oficinas y casas deshabitadas.

La alameda sin álamos

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  Antonio Guerrero Aguilar/ El 29 de junio de 1861, el entonces gobernador del Estado de Nuevo León-Coahuila, don Santiago Vidaurri junto con el apoyo del alcalde José María Morelos, dispuso el trazo de una alameda para la ciudad de Monterrey. Con ese proyecto decidieron una urbanización con rumbo al norte y poniente de la vieja ciudad. La alameda originalmente tenía el doble de su extensión actual, tanto así que la gente de aquel tiempo decía en tono de broma, que sus jardines llegaban hasta las inmediaciones de Las Mitras. Pensada como un paseo público, repleto de árboles, en especial de álamos (de ahí el nombre) y sabinos, en 1886 con Bernardo Reyes, le quitaron la mitad de sus terrenos. Dos años después le impuso el nombre del presidente de la República, general Porfirio Díaz y mandaron construir los cuatro accesos que tiene en cada esquina. Un lugar histórico, emblemático como fundamental en la historia de Monterrey. Con la caída del régimen, le llamaron Mariano Escobedo. Gradua

El puente de la Purísima

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Antonio Guerrero Aguilar/ El más antiguo y representativo, era llamado de la Purísima, situado donde las aguas del Santa Lucía llegaban a una presa que la gente conocía como “Grande”. La hechura consistía en un arco cuya hechura de piedra y mortero. Encima un camino empedrado y para la protección de aquel lugar, colocaron en 1799 una escultura de algún cantero potosino. Como barreras de protección, unos muros de sillar con buen tamaño para evitar los accidentes. Lugar obligado de paso y paseo de los regiomontanos, que se asombraban de los arroyos y árboles que había. Ahí donde alguna vez Manuel Payno comparó aquel paraje como un gran jardín que llegaba hasta el famoso Cerro de la Silla. Paraje repleto de leyendas y enfrentamientos contra el ejército norteamericano en septiembre de 1846. En éste sitio, además de ser el más hermoso paraje que hubo en Monterrey, pelearon mexicanos contra voluntarios y militares norteamericanos el 21 de septiembre de 1846. Para evitar que las tropas

La capilla de los Dulces Nombres

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Antonio Guerrero Aguilar/ Aclaro, aún no está perdida, la pueden ver y visitar aún. Como bien saben, con la destrucción de todo lo existente entre Ocampo y Washington, y de Zaragoza a Doctor Coss, debido a la creación de la Macroplaza o Gran Plaza, desaparecieron muchos testimonios del patrimonio tangible que se hizo en los siglos XVIII, XIX y XX. Por eso resulta extraño como loable, el rescate de una edificación religiosa que contrasta con la hechura de los edificios diseñados por el arquitecto Oscar Bulnes, enfrente del teatro de la ciudad y de la plaza donde instalaron la fuente del Neptuno. En la esquina de Matamoros y Doctor Coss, tenemos un templo dedicado a los “Dulces Nombres de Jesús María y José”. La iniciativa se debe a don José Antonio de la Garza Saldívar, posiblemente iniciada a partir de 1830 y terminado a mediados del siglo XIX. Don José Antonio fue regidor en varias ocasiones, alcalde de Monterrey en 1833 y falleció en ésta ciudad en 1842, llevando sus restos a la

El puente "Juárez"

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 Antonio Guerrero Aguilar/ En el cruce de las actuales calles de Zaragoza y Juan Ignacio Ramón, estuvo alguna vez una presa llamada “Chiquita” y encima, el “Puente del Ojo de Agua”, al que luego le llamaron de “Juárez”. La edificación fue iniciada el 28 de enero de 1886, gracias al diseño y participación del ingeniero y capitán Miguel Mayora. Nacido en la Ciudad de México en 1860. Estudió en París en donde se graduó como ingeniero militar. El gobernador Bernardo Reyes lo trajo a Monterrey, en donde además del puente, supervisó la hechura del mercado Colón como de la penitenciaría del Estado. Para levantarlo, mandó traer piedra de rostro para la base y el arco. Al concluirlo, fue inaugurado el 4 de mayo de 1887, con el nombre de “Puente Juárez”. La realización tuvo un costo de poco más de 20 mil pesos, obtenidos en rifas, fiestas y aportaciones de particulares. Pero nunca faltan los críticos. La gente de la ciudad dudó de su resistencia, entonces para demostrar lo contrario, Mayora

El puente de los Pilares

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Antonio Guerrero Aguilar/ Tradición tan nuestra, la de nombrar y diferencias los lugares llamados igual: entonces los aniguos dijeron: “arriba” para no confundir con el “deabajo” “grande” por “chico” o de acuerdo a los apellidos existentes, como el “Topo de los Ayalas” o el de los “González”. Hubo un tiempo, en que Monterrey tuvo dos presas: la “Grande” y la Chica”, con dos cortinas que sirvieron como puentes, denominados por igual, pero con dos cualidades distintas, uno tenía a una virgen y el otro, unas columnas. Veo la foto y advierto un paisaje extraño como remoto, en un Monterrey que alguna vez existió. Se trata de un puente conocido como de los “Pilares” por las columnas de sillar dispuestas encima de la barda que además servía como cortina o dique de una represa. La imagen que vemos, nos remite a la llamada “Presa Chiquita”, ubicada por el rumbo de Juan Ignacio Ramón, entre las calles de Galeana y Guerrero. Por cierto, uno de los planos de Juan Crouset, pone al dique o retén

La plaza de los arrieros a de La Llave-la Purísima

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  Antonio Guerrero Aguilar/ Por mucho tiempo, la única forma de abastecimiento de productos del interior, era a través de los trenes de carretas y recuas que arribaban a la ciudad. A sus propietarios les llamaban fleteros, cada uno podía tener entre 6 y 8 carros, que podían cargar 20 arrobas, unas tres o cuatro toneladas, movidas por doce mulas. Para protegerse debían viajar unidos en caravanas, por eso cuando llegaban, podían verse al menos cien de ellas. Me imago todo un espectáculo el trajinar de casi un centenar de hombres, ruedas y bestias, entremezclados con la algarabía de quienes los vieron. En cambio, el arriero andaba a pie con sus recuas de mulas o burros llevando y trayendo lo que podía. En 1700 el alférez Cristóbal González, le pidió un terreno al gobernador Juan Francisco Videgaray, para uso de corral público, a donde llegaran y salieran fleteros como arrieros. Se trataba tan solo de una explanada polvorienta y sin árboles, pero dotada de una caja de agua alimentada p

La fuente de los “Delfines”

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Antonio Guerrero Aguilar/ Aclaro, aún existe la fuente, pero la tienen en la plaza de La Llave-la Purísima. Aunque originalmente estaba en otro sitio. A mediados del siglo XIX, la plaza de armas de Monterrey, era propiamente una explanada. En donde está el casino había un mesón y en sus alrededores, unas construcciones que servían como negocios o casas habitación. De ahí que las autoridades del Estado se preocuparon por embellecer el corazón cívico y político de Monterrey: se niveló el terreno, se colocaron bancas de sillares, jardines con árboles, andadores y se mandó hacer una fuente. A la inauguración de los trabajos de la nueva fuente, acudió el entonces gobernador Santiago Vidaurri el 2 de febrero de 1864.  Esta obra la vieron como “testimonio del gusto y adelanto de los regiomontanos”. En una caja de mármol, dejaron algunos documentos importantes como una copia del acta de fundación de Monterrey, de la Constitución de 1857, un retrato de Vidaurri entre otras cosas más. La fuent

La fuente de los “Cabritos”

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Antonio Guerrero Aguilar/ Las fuentes nos remiten a los manantiales donde las aguas brotan. Esos parajes considerados sagrados, hacen posible la vida vegetal y animal que florece y abunda en sus alrededores. Pero estaban alejadas, regularmente al pie de las montañas y decidieron hacerlas accesibles. Primero, como una forma de abastecer agua al peregrino como a los vecinos. Luego adquiere un sentido decorativo de las plazas y jardines. El agua se contiene y crea humedad en el ambiente, flujo, movimiento, dando sensación de tranquilidad como seguridad. Tenemos una fuente en la alameda Mariano Escobedo de Monterrey, oculta y hasta dañada en su forma original como en su pintura. Su contorno parece una copa y en sus bordes hay cabezas de cabritos, de donde alguna vez salió un chorro de vida. Es tan antigua, que parece no corresponder ni al sitio en donde la tienen como por su importancia. Es de hierro vaciado y si se acercan, verán en su base una placa que alaba al artífice: "J.L M

Los monumentos a don Benito

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Antonio Guerrero Aguilar/ El Benemérito de las Américas, el Lic. Benito Juárez García nació el 21 de marzo de 1806 en San Pablo Guelatao de Oaxaca. Curiosamente a quien le debemos la construcción del mito histórico es ni más ni menos que al general Porfirio Díaz, cuando en el mes de julio de 1887 decidió postularse nuevamente como candidato a la presidencia. Ante las manifestaciones de rechazo entre la clase política, Díaz desvió la atención sobre su persona y supo encauzar las protestas en contra de su reelección los enemigos tradicionales en la historia de México. Por medio de la prensa, manipuló el debate para mostrar que el clero era el gran infractor de las Leyes de Reforma y de los principios liberales, todo para después convocar a la unidad del partido liberal, por encima de los grupos de oposición. Incluyó el nombre de don Benito en el discurso oficial. Así logró la unidad en torno a los principios de la doctrina liberal establecidos en la Constitución de 1857 y las Leyes de Re

La primera fuente del Neptuno

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Antonio Guerrero Aguilar/ En 1984, Alfonso Martínez, pregonó a tambor batiente que le habíamos ganado la batalla a la escasez del agua. Como trofeo, hicieron una fuente dedicada a Neptuno, diseño del hispano Luis Sanguino. Luego los defensores del régimen, nos compararon con Madrid, pero se les olvidó o no sabían, que a la entrada del viejo Monterrey, alguna vez hubo una fuente de Neptuno. Estaba precisamente donde tenían al dios Mercurio en la plaza Degollado de Morelos y Garibaldi. En 1911, el cabildo regiomontano, decidió cambiar la fuente de Mercurio, por otra de diseño muy diferente. La idea era construir un mercado de flores y fantasías en los alrededores, que diera buena imagen a todos los viajeros. Se trataba de una escultura de cemento, con imitación de bronce y un juego de aguas, con ocho leones encima de pedestales y doce bancas, igual a una situada en San Antonio, Texas, con un costo de 5,192 pesos. El proyecto fue realizado por el escultor italiano Miguel Giacomino. El á

"¡Loa al dios Mercurio!"

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Antonio Guerrero Aguilar/ A fines del siglo XIX, Monterrey repuntaba en el plano nacional. Por lo tanto, debían realizarse obras que dieran testimonio del progreso material derivado del orden y progreso porfiriano. ¡Qué mejor que una fuente para representar esa grandeza! Para muchos, hablar de fuente, es remitirnos al origen de las cosas, en donde todo surge. Hasta el siglo XIX, Monterrey iniciaba propiamente en la intercesión de dos calles, una llamada Real y la otra del Comercio, ahí donde por un tiempo hubo uno de los veneros que alimentaban al Santa Lucía. Era la entrada a la ciudad y los caminantes requerían de un lugar para beberla y asearse un poco.  Todos le llamaban la plazuela del Mesón, por tener enfrente un refugio para viajeros conocido como de San Carlos, ahí vecino al callejón de los Arquitos. Ya en tiempos de Bernardo Reyes que vivía por el sector, en donde además habitaban los Rivero, los Madero y los Ferrara, hicieron una plaza a la que denominaron “Degollado”. Para e

El callejón de los "Arquitos" y ahora de Garibaldi

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  Antonio Guerrero Aguilar/ A la entrada de Monterrey viniendo por el Camino Real de los Saltilleros, ahí donde se bifurcan los senderos, estaba la entrada a la ciudad vieja. Una de las rutas, da origen a una calle conocida por mucho tiempo como del Comercio y por el otro lado, la calle de Iturbide que luego cambió a Hidalgo. Mientras de sur a norte, entre el río Santa Catarina y los barrancos del Santa Lucía, estaba un callejón que llamaban de los Arquitos, ahora llamada de Garibaldi. Precisamente ahí estaba uno de los manantiales que alimentaban al Santa Lucía y en tiempos de lluvia, aún emanan sin tanta dificultad. Un barrio de gente adinerada como de buena posición política. Los Ferrara, los Madero, los Cantú Treviño, los Llaguno, don Bernardo Reyes y los Rivero, mantenían sus residencias por el barrio conocido como de San Luis Gonzaga. En la acera sur, a fines del siglo XIX don Valentín Rivero mandó levantar ésta lujosa mansión diseñada por el arquitecto Alfredo Giles. Enfrente es

El templo del Roble y la cúpula colapsada

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  Antonio Guerrero Aguilar/ El 18 de diciembre es la fiesta de Nuestra Señora del Roble. Esta tradición regiomontana tiene su origen en una leyenda, cuando un fraile de nombre Andrés de León, colocó la imagen venerable en 1592 en el hueco de un roble para protegerla de las incursiones de los llamados indios bárbaros. Al poco tiempo de la fundación de la ciudad de Monterrey en 1596, una pastorcita cuidaba unas cabras y oyó que desde un roble le llamaban. Admirada se acercó al lugar de donde procedía el llamado.   Cuál fue su sorpresa, pues vio una pequeña escultura religiosa de bulto, en la oquedad del considerado rey de los árboles. La niña avisó a su papá y éste fue hasta el templo parroquial para avisarle al señor cura. Este acudió y decidió trasladar a la virgen para ponerla en un sitio especial. Al día siguiente la imagen desapareció y la encontraron otra vez en el viejo roble. Cada vez que la llevaban la imagen regresaba, entonces decidieron construir una capilla bajo la enramad

En el 131 aniversario de Colombia, como frontera de Nuevo León

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El mercado Colón

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Antonio Guerrero Aguilar/ De la plaza de la Carne al mercado Colón, de ahí al Parián Colón y luego el centro financiero de la ciudad con los Condominios Monterrey, hasta que les dio por convertir todo esto en la concurrida “Interplaza Shoptown”. Allá en el siglo XIX, las autoridades regiomontanas (no regias) decidieron destinar la plaza para convertirla en la plaza del Ayuntamiento, a la que llamaron de Hidalgo. Entonces, para poner un nuevo mercado, destinaron una plazoleta al poniente, cerca de donde confluyen Hidalgo y Morelos, en un terreno delimitado por las actuales calles de Padre Mier, Juárez, Morelos y Leona Vicario. Sin apariencia de mercado rodante y toldos improvisados, levantaron locales con sillar y techos de terrado. En ellos distribuyeron muy bien los puntos de venta y compra por mercancías en ropa, legumbres, frutas, carne, ropa y demás utensilios necesarios. Como suele suceder en ésta gran ciudad, los alrededores se llenaron de comercios informales, puesteros sin

Cuarta sesión del taller de patrimonio cultural

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El templo a San José

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  Antonio Guerrero Aguilar/ Según la tradición oral, en 1780 se comenzó la construcción de una ermita dedicada a San José, cercana a los manantiales del arroyo de Santa Lucía. La capilla pronto se hizo popular entre los fieles regiomontanos, por eso a fines del siglo XIX, se vieron en la necesidad de conseguir un terreno más grande. Gracias a la iniciativa del misionero josefino don Vidal Rojo y a la donación por José M. Anguiano y su señora esposa Josefa Castañeda, se pudo construir un templo. En 1892 el padre Juan María Tronce, procedente de San Antonio, Texas, fue nombrado su primer capellán con la intención de convertirlo en oratorio. Los misioneros josefinos se hicieron cargo del templo de San José el 9 de noviembre de 1902, siendo Arzobispo don Santiago de la Garza Zambrano, quien además les pidió la atención espiritual de los enfermos del hospital civil. Conviene señalar que el principal promotor de la figura de San José, vivió un tiempo en Monterrey. Se trata del padre José

La capilla de San José

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 Antonio Guerrero Aguilar/ Hay una colonia en Monterrey llamada “Ex Seminario” entre Hidalgo y Padre Mier, Bravo y 20 de Noviembre, otra “Valle del Seminario”, en lo que antiguamente fue la congregación de los molinos de Jesús María en el municipio de San Pedro Garza García, entre Corregidora, Díaz Ordaz y el río Santa Catarina. Hay otra referencia en honor a la considerada “cuna” de la educación norestense, la cual abrió sus cursos en lo que actualmente es la calle de Zaragoza esquina con Morelos, por eso le llamaban a la primera: “Calle del Seminario”. Regularmente se tiene la creencia, de que la colonia “Ex Seminario” debe su nombre porque ahí estuvo el plantel entre 1917 y 1935. Pero no, durante ese periodo, los alumnos vivieron en casas repartidas en los alrededores de la Purísima, en los actuales edificios correspondientes al CEU por la calle de Hidalgo. A los aspirantes al sacerdocio les tocó una etapa difícil, debido al cierre de los templos durante el conflicto cristero. Per

Sitios borrados: los arroyos del Santa Lucía

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 Antonio Guerrero Aguilar/ Santa Lucía es una virgen y mártir, decapitada en Siracusa Italia el año 304, durante una persecución contra los cristianos. Según la tradición, se le relaciona con la vista y los ojos, porque su nombre literalmente significa “la que lleva la luz”. De acuerdo a la usanza de aquellos tiempos, los pobladores como exploradores, tenían la costumbre de llamar a los sitios de acuerdo al santoral del día. Posiblemente un día como hoy, pero de 1577 dejaron el pueblo de los Ojos de Agua de Santa Lucía. Dicen que Alberto del Canto les llamó así, porque fue bautizado en un templo dedicado a Santa Lucía en las Islas Azores, precisamente un 13 de diciembre de 1547. Estos conformaban un sistema de arroyos y cañadas, alimentados por unos manantiales situados actualmente en el barrio del Mediterráneo, el obelisco, Morelos y Garibaldi, Allende y Zaragoza y por el templo del Sagrado Corazón en donde se fundó Monterrey en 1596.  Los manantiales son los puntos en donde nace el

El viejo templo dedicado a la Purísima Concepción de María

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Antonio Guerrero Aguilar/ ¿Cuándo sucedió el milagro de la Purísima? Unos dicen que en 1715 y otros a mediados del siglo XVIII, cuando llovió 40 días y 40 noches, provocando un culebrón de agua que arrasó la entonces pequeña ciudad de Monterrey. Fue cuando la india tlaxcalteca de nombre Antonia, sacó una pequeña imagen y amansó el torrente. La primera casa de la patrona de la capital regiomontana, era una choza por decirlo así. Ya con feligresía, le hicieron una ermita, sin tener las dimensiones necesarias para el culto. Además, por ahí llegaban y salían todos los que tenían algún trato con el Nuevo Reyno de León. Era la plaza de los arrieros, quienes pedían su intercesión cada vez que salían a recorrer los caminos de Dios. Luego se hizo un panteón inmediato al templo, que pronto quedó repleto por tanta epidemia y peste, el cual fue cerrado a mediados de siglo XIX. En 1856 el ayuntamiento de la ciudad, concedió a la diócesis, unos terrenos para que se levantara la casa cural en donde

La catedral inconclusa

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  Antonio Guerrero Aguilar/ Tan solo queda una foto, en la cual se ven unos gruesos sillares amontonados. Esas ruinas pertenecieron a una obra inconclusa que fue el sueño del obispo Ambrosio de Llanos y Valdés, para levantar una catedral acorde a la Diócesis del Nuevo Reino de León. El 24 de noviembre de 1794 se puso la primera piedra de un edificio que pudo tener la misma majestuosidad de la catedral de la Ciudad de México. Pero el gobernador Simón de Herrera y Leyva, como el cabildo de Monterrey, impidieron su terminación; aludiendo que el arquitecto francés Juan Crousset ganaba mucho dinero como responsable del proyecto y del derroche que estaban invirtiendo para dejar un nuevo centro urbano en la ciudad. El prelado murió a fines de 1799, solo se quedaron los muros de sillar que sirvieron como punto de defensa cuando los rebeldes federalistas al mando de Antonio Canales y Antonio Zapata atacaron a Monterrey en 1839. Desde entonces, en lugar de decirle “la Catedral Nueva” se le c

En la Universidad Autónoma de Zacatecas

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La plaza del Rastrojo

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 Antonio Guerrero Aguilar La ciudad original estaba poblada solamente a los lados de los manantiales del Santa Lucía, hasta que Diego Rodríguez, mandó un nuevo asiento después de las lluvias torrenciales de 1611. En 1791 fueron trazadas unas nuevas calles que salían al oriente de la plaza de armas llamada hoy en día como Zaragoza. Les llamaron del Puente Nuevo, Santa Rita y del Sol, conocidas actualmente como Zuazua, Doctor Coss y Mina respectivamente. Con la construcción del puente de la Purísima en 1798, prolongaron una calle que recibió por nombre de la Presa Grande, en tiempos del gobernador Simón de Herrera y Leyva. En la banda sur del arroyo, se formaba un ancón en donde los vecinos y arrieros compraban y vendían semillas, pasturas y rastrojos para consumo del ganado, por eso la empezaron a identificar como la “Plaza del Rastrojo”. Luego del recubrimiento de los arroyuelos con el famoso “Canalón”, el sitio fue convertido en una plaza bellamente adornada, a la que dieron por n