Los sepulcros recuperados
Antonio Guerrero Aguilar/
Alguna vez don Carlos Pérez-Maldonado, dijo que con la apertura del panteón El Carmen en 1901, muchos se aprestaron a comprar lotes y a contratar artistas, escultores y constructores para levantar los mausoleos y espacios funerarios. Del que voy a tratar el día de hoy, es el primero a la izquierda. De buen tamaño, parece un escudo cuya punta ve hacia el poniente, rodeada un barandal metálico. Se advierte un piso ya afectado por la intemperie, pero se notan los mosaicos. En el extremo izquierdo, hay una Cruz patriarcal bellamente tallada en mármol y tres lápidas dispuestas en el espacio, ya fracturadas lamentablemente. Es la última morada de Francisco Oliver y Soler, nacido en Mahón de la isla de Menorca, es las Islas Baleares pertenecientes a España, el 15 de enero de 1836 y fallecido el 1 de enero de 1894. Fue banquero, accionista en La Fama, comerciante, fundador de la Cámara de Comercio de Monterrey el 30 de abril de 1883. Casado con Adela Comonfort Lara el 14 de septiembre de 1865. Ella nacida en la Ciudad de México en 1843, hija del ex presidente Ignacio Comonfort y Carmen Lara, fallecida el 8 de enero de 1911 aquí en Monterrey.
Hay dos lápidas más: la de un hijo
José Oliver y Comonfort (1866-1902), casado con Dolores Garza Ayala, fue periodista,
maestro del Colegio Civil y a decir de don Pepe Saldaña, protector de literatos
como de artistas. También, está una pequeña lápida dedicada a una trabajadora
doméstica de nombre Casimira Bravo: “Sirvió a la familia Comonfort desde el año
de 1854 hasta el 11 de diciembre de 1897”. No hubo descendencia y el conjunto
escultórico quedó a la posteridad, hasta el mes de febrero de 2010, cuando lo iban
a destruir y darle un nuevo uso, pero afortunadamente la asistencia de los
propietarios del panteón como de Conarte y el centro INAH Nuevo León, detuvieron
su desaparición. Falta un buen proceso de restauración, definitivamente.
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