Las tumbas borradas

Antonio Guerrero Aguilar/



Esto que les cuento, sucedió en el panteón San Juan de Santa Catarina. En el 2004 estaba en un recorrido con alumnos de arquitectura de la UDEM. Fuimos con la intención de ubicar tumbas y mausoleos antiguos, dignos de recuperar y cuidar, para convertirlo en zona de resguardo patrimonial. Llevaba un listado de unos 20 sitios, incluidos los dos accesos, porque se trata de dos cementerios en el mismo predio: el primero de 1860 y el segundo de 1899. Nos asombramos al ver a empleados municipales, removiendo lápidas y sacando restos humanos de un lote en el cual se hallaban dos extranjeros. Uno, fundador de la fábrica de hilados y tejidos de La Leona y el otro, un súbdito inglés que laboró en La Fama. La del primero, tenía un bloque de mármol con el nombre de Roberto Law, nacido en Irlanda el 27 de mayo de 1824. Con el correr del tiempo, llegó a México procedente de los Estados Unidos y se asentó en Monterrey, invitado por Ezequiel Steel. En 1874 comenzó a operar la tercera textil en terrenos de la antigua hacienda de San Antonio. De igual forma, promovió la apertura de un local llamado “el Blanqueo de la Leona”, edificio afortunadamente existe convertido en museo industrial.



En 1899 Law la vendió a Manuel Cantú Treviño y se quedó a vivir en La Fama. Ahí murió el 22 de junio de 1916, por lo que sus restos fueron inhumados debajo de un monumento de mármol realizado por Antonio Decanini. El otro tiene por nombre John Hayes, nacido en Londres, Inglaterra, el 5 de octubre de 1844. Hijo de Guillermo Hayes y Catarina Sharp. Estuvo casado con Isabel Jeffrey quien le sobrevivió a su muerte. Trabajó como técnico especializado en telares y textiles en La Fama, donde murió el 23 de abril de 1911. La lápida donde descansaban sus restos, fue esculpida por el escultor Carlos Cortés. Cuestionamos a los empleados, solo dijeron que recibieron órdenes para retirarlas, porque ya nadie los visitaba y la iban a vender. Pero el lugar tenía inscrita la leyenda a “Perpetuidad”. Es cierto, los difuntos ya no pueden pagar las deudas. Aún hay restos de mármol dispersos por ahí, pero el concepto de descanso eterno, no fue apreciado por quienes en su momento, decidieron borrarlos de la memoria

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