Raymundo Sánchez

 Antonio Guerrero Aguilar/



Hay una funeraria llamada “Raymundo Sánchez”, en honor a un personaje nacido el 15 de marzo de 1860 en Cadereyta Jiménez. Fue bautizado el 17 de marzo de 1860 en la parroquia de San Juan Bautista de aquel lugar. Hijo de Anastasio Sánchez y Benigna González, vecinos y originarios de la hacienda de San Bartolo en la misma jurisdicción municipal. Tenía apenas seis años cuando sus padres murieron. No sé sabe con quién se crio y si tuvo formación básica de primeras letras. En un documento, anotó su arribo a Monterrey en 1871.

Don Raymundo Sánchez, se inició en el ramo, como conductor de carros fúnebres. Contrajo matrimonio el 8 de enero de 1884, con Maximina González en Monterrey. Era viudo de Florinda Garza, a quien le dio cristiana sepultura en el panteón de Cadereyta seis meses atrás. En el acta aparece como comerciante sin identificar el ramo. Pero se dedicaba a la conducción de carrozas funerarias. El trabajo no solo estaba limitado al traslado del ataúd. Pasaba a la casa del finado, lo llevaba al panteón, lo colocaba en la capilla del mismo, permanecía las 24 horas de rigor, procuraba que se viera bien, le ayudaba al sepulturero a cavar la fosa, buscaba quien cargara al féretro, mientras lo enterraban, dirigía unas palabras de consuelo y despedía, cobraba por sus honorarios y ahí terminaba todo. Luego a la espera de la llegada otro difunto. En 1897 aumentaron las defunciones, murieron 1,897 personas de los 56 mil habitantes que había en Monterrey. Como se advierte, era un negocio rentable porque simplemente y han de perdonar el comentario, no faltaban clientes y deudos que absorbieran los gastos. Existen tres posibles fechas para la fundación de la “Funeraria Agencia de Inhumaciones Raymundo Sánchez y sucesores, ubicada en Diego de Montemayor y Allende. Para unos de 1888, los descendientes en 1885 y para mí en 1884.

Un servicio funerario ofrecido en 1891, constaba desde la contratación de un albañil para tapar la fosa, unos cargadores, el carro fúnebre y carritos para los acompañantes en su recorrido desde la casa donde la velaron hasta el panteón, la caja con un precio de 60 pesos, las esquelas en 35 pesos y su reparto en 5 pesos, la hechura de un crespón negro de 2.50 pesos para colocarla en la puerta principal del domicilio de la recién fallecida y el pago de 1.25 para el municipio, por concepto de su inhumación. Total, cobró 179.61.

En 1915 establecieron la sucursal en Manuel María de Llano y Zaragoza. Aunque le tocaron tiempos complicados: la inundación de 1909 y 1910, el estado de sitio de los carrancistas entre 1913 y 1914, la estancia de los villistas en 1915. Murió a las 9 de la noche del 10 de septiembre de 1921.Vivía en la calle de Diego de Montemayor número 65, enfermo de bronquitis crónica.

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