El panteón El Carmen
Antonio Guerrero Aguilar/
Decían que la zona de los panteones de
Monterrey, estaban situados entre el viejo camino a los Urdiales y el Obispado.
Era una serie de predios destinados a la siembra, irrigados de varias acequias
que venían tanto de San Jerónimo como del río Santa Catarina, rodeados de
vetustos y gruesos árboles, en donde incluso, un personaje de nombre José Luna,
decidió vivir en un jacal en medio de las ramas gruesas y el tupido follaje a
unos cinco metros encima del suelo. La tierra era húmeda como suave, en donde
bien se pudiera dar cristiana sepultura a los ilustres regiomontanos que hicieron
posible el repunte económico y social de la región.
En 1899 el médico Amado Fernández Muguerza
organizó una sociedad anónima, para la construcción de un panteón particular al
que llamaron El Carmen con una extensión de unas 24 manzanas. Fue diseñado por
el Arq. Alfredo Giles y comenzó a operar en 1901. El portal de acceso del
panteón corresponde al estilo neogótico, fechado en 1901 y firmado por Giles.
Está hecho de cantera potosina, con cuatro basamentos en donde converge todo el
peso de los bloques, con tres remates triangulares (arcos ojivales), formados
por dovelas, con capiteles en forma de flor de acanto. Sobresale por lo
estilizado de sus formas, los pináculos, los rosetones, con formas afiladas
apuntando al cielo. En su arquitectura sintetiza y somete a la pintura como la
escultura. En todo el conjunto la luz se presenta como sublimación de la
divinidad, por eso juega con las luces a través de vitrales y ventanas con la
intención de provocar sentimientos y emociones a la espiritualidad. Un lugar
así se identifica como sagrado, de recogimiento, silencio y expectativa a lo
interior. Los primeros mausoleos y monumentos funerarios, son una verdadera
obra de arte. Lamentablemente, muchos de quienes ahí descansan ya no tienen
familiares que procuren su mantenimiento, provocando su mal estado.
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