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Mostrando entradas de marzo, 2024

El pasado expuesto al daño

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 Antonio Guerrero Aguilar/ Hace unos años, vimos a una artista realizar un performance sobre una espiral grabada en piedra allá en Coahuila. Ya no se supo en qué quedó el asunto, pero conviene mencionar que el arte rupestre se divide petrograbado, pintura rupestre y geoglifos. Las pinturas rupestres fueron hechas a base de pigmentos sobre muros de rocas, barrancos, cuevas y abrigos rocosos. Preferentemente usaban dos colores de pintura: uno rojo y otro de color ocre. Dicen que el rojo viene de una mezcla de la savia de una planta llamada sangre de drago con agua y otros pigmentos de minerales molidos. Pintaban con las manos, con pinceles de pelo animal, ramas quemadas, cañas huecas para soplar la pintura, a veces escupían sobre la mano y aprovechaban las salientes o formas de la roca para darle volumen al trazo. Tienen elementos y símbolos menos abstractos que los petrograbados. Ambos son tipos de arte parietal, llamado así porque fue realizado en muros. Las muestras de pintura rupestr

Las piedras que hablan

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Antonio Guerrero Aguilar/ Parece algo incoherente como extraño, pero las piedras también nos pueden convocar como evocar recuerdos y realidades distintas. Realizadas como generación de la vida en la Tierra y unas, cuántas fueron elegidas para darnos un mensaje a la posteridad. Ciertamente contienen códigos cifrados, pero ahí están y conviene mantener una cercanía de acuerdo al pensamiento y forma de ser de sus autores que ni conocimos y nos negamos a conocer. No se trata de verlos a la época que tenemos, sin embargo; debemos dejar que hablen, cultiven y revitalicen las notas que contienen.   Aunque es muy difícil saber realmente su significado, los expertos siempre intentarán descifrar estos antiguos símbolos contenidos en petrograbados, pinturas rupestres y geoglifos; localizados por lo general en el interior de oquedades de poca profundidad, en los relices y cañones de las serranías, así como en los márgenes de arroyos. Los colores básicos son el rojo y negro, que lo mismo, configura

"El Caballo Gordo" de Botero

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  Antonio Guerrero Aguilar/ Arrancaba el sexenio del abogado Natividad González Parás en el año 2003. En el plano de la promoción, organizaron el segundo Fórum Universal de las Culturas para el otoño de 2007, con la intención de convertir a Monterrey, en la “Ciudad del Conocimiento” como de la “Mente-Factura”. Para iniciar, consiguieron un apoyo de un millón de dólares, para traer una escultura en bronce de Fernando Botero (Medellín, 1932-2023). A principios de febrero de 2008 se hizo el acto inaugural, contando con la presencia de las autoridades, amenizada por música y cumbia colombiana y botargas gigantes con personajes propios y distinguibles en el estilo del escultor. Se trata del “Caballo” de una tonelada y media de peso y 3.4 de altura. Mientras decidían en donde dejarla, la pusieron de manera provisional enfrente de la Explanada de los Héroes, convirtiéndola en un atractivo más del rumbo. Los visitantes aprovecharon para tomarse fotos, subir el monumento, al que llamaron “e

A los hijos de la Patria: el monumento al Soldado

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Antonio Guerrero Aguilar/ ¡Que viva el Ejército Mexicano! ¡Que viva México y su grandeza! ¡Honor al soldado de mi nación, amor a mi país y a mi bandera! Por un tiempo, la plaza mejor conocida como “Mediterráneo”, tuvo por distintivo un soldado, erguido, dispuesto a obedecer, en actitud protectora, casi en la esquina de. Bien lo describe la estrofa: ¡Hombres y mujeres con orgullo y con lealtad, y si la patria nos va a necesitar estamos a la orden, mi general! Eran los tiempos de López Mateos y el de la transición entre Rangel Frías y Livas. Para honrar a los hijos de la Patria, dedicaron un monumento a "El Soldado", obra en bronce por el artista mexiquense Joaquín Arias Méndez, el mismo que diseñó la famosa Minerva de Guadalajara. Fue inaugurada con todos los honores, el 20 de noviembre de 1960 en la entonces llamada “Plaza Miguel F. Martínez”. Estuvo por poco tiempo, porque en 1974 colocaron otra dedicada al prócer Ricardo Flores Magón.  Entonces las autorid

El monumento a Nuevo León.

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  Antonio Guerrero Aguilar/ Ya estamos en el 2024. Para muchos, un año electoral como electorero. Aun así, no debemos olvidar que nuestra entidad federativa cumple 200 años como tal. Hace un siglo, los nuevoleoneses residentes en la ciudad de San Antonio, Texas, donaron un monumento con su base, una columna y una escultura de bronce de dos metros de altura. El 7 de mayo de 1924 las autoridades, el Congreso, los ciudadanos y donantes acudieron a una ceremonia en el cruce de las avenidas Diego de Montemayor y la calzada Madero, sin importarles que el monumento aún no estaba terminado, pues faltaba colocar precisamente la escultura que representa la Independencia. El caso es que el conjunto escultórico, está marcado por el olvido y el menosprecio. Por estar en una avenida con intenso flujo vehicular, ha padecido muchos golpes. El 6 de noviembre de 1989 se cayó el ángel, se dañó la cabeza, se le desprendió una mano y tuvo daños en la base y en los pies. Afortunadamente fue restaurado e

El monumento a Bolívar

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  Antonio Guerrero Aguilar/ A mediados de siglo XX, el sector que va del Obispado al Topo Chico se comenzó a poblar. Como epicentro, dejaron una glorieta para facilitar al flujo vehicular en la confluencia de siete calles, que iba en paralelo a la entonces avenida Libertad, actual Gonzalitos. A esa vía le llamaron Simón Bolívar y para honrar la memoria del gran libertador de Sud América, decidieron levantar un hemiciclo para reconocerlo. Entonces le pidieron al escultor Manuel Bermeo, una escultura en metal de 2.50 metros, encima de un pedestal de cuatro metros, en medio de una rotonda de 50 metros de diámetro. Resaltaba en el conjunto escultórico, el lema: “La Gloria está en Ser Grande y Útil”. El monumento fue pagado por el municipio de Monterrey y la Logia Simón Bolívar Número 20. El 20 de mayo de 1962 se hizo la inauguración. Estaban colocadas, siete banderas de naciones donde Bolívar estuvo a favor de la insurgencia. Acudieron las autoridades de la ciudad, miembros del congreso

La construcción de identidades

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Gonzalitos: de su plaza al jardín

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Antonio Guerrero Aguilar/   El benemérito, benefactor, insigne varón, sabio como diligente, José Eleuterio González, dejó una huella indeleble en esta ciudad que lo adoptó como suyo. Reconocido en vida como a la posteridad. En consecuencia, el cabildo municipal convocó a un concurso para levantar un monumento en su honor, alusivo al centenario de su natalicio para el año de 1913. El jurado eligió una propuesta de Miguel Giacomino, para el embellecimiento de una plaza situada en frente del hospital escuela que Gonzalitos fundó, por la calle de 15 de Mayo entre Pino Suárez y Cuauhtémoc. Se trata de una escultura de unos tres metros, con el médico sentado en actitud de atención a sus pacientes, colocada sobre una base con sus respectivas placas conmemorativas, con las inscripciones siguientes: A LA MEMORIA DEL BENEMÉRITO DE N. LEÓN DR. JOSÉ ELEUTERIO GONZÁLEZ (GONZALITOS) LOS HIJOS DE N.L. Y MUCHOS DE SUS INTIMOS AMIGOS Y DISCIPULOS En un ángulo estaba el nombre de

El águila universitaria

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 Antonio Guerrero Aguilar/ En el pleno periodo de transición, del sexenio del gobernante sabio Raúl Rangel Frías y el gobernante justo, Eduardo Livas Villarreal, se hizo la Ciudad Universitaria de la entonces Universidad de Nuevo León. Estamos hablando de 1959 a 1962, cuando lograron conjuntar el pensamiento de Alfonso Reyes y la estética de Federico Cantú. Para definir la vocación de la sede de la universidad, don Alfonso le dijo al “Ulises de Cadereyta”: “La única manera de ser provechosamente nacional, consiste en ser generosamente universal, pues nunca la parte se entendió sin el todo”. Entendió bien el mensaje. Don Federico dejó bajo relieves y esculturas en algunas facultades, todas ellas a la vista, excepto una quedó en la explanada de rectoría. Para muchos, el culmen del orgullo universitario enlazado al espíritu nacional, inaugurado en 1962 por el entonces guía Pepe Alvarado. Se trataba de la hechura de un mosaico de cemento con piedras de distintos colores, tamaños y form

Y el águila real voló...

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  Antonio Guerrero Aguilar/ Adolfo López Mateos, declaró a 1960 como el “Año de la Patria”, con el ánimo de dotar a la ciudadanía de una identidad cultural. A través de una serie de celebraciones, puso su sexenio al amparo del 150 aniversario del Grito de Dolores como del medio siglo trascurrido a partir del Plan de San Luis. De todas ellas, sobresale la instalación de 260 estelas o monumentos dedicados a la Patria, en los puntos donde habían puesto los memoriales de la ruta de Hidalgo en 1953. Precisamente fueron dispuestas a lo largo del camino en diez estados, como referentes para que los mexicanos, conocieran los sitios por donde el ejército insurgente pasó y dejó huella en la historia de México, de los cuales, medio centenar quedó en Coahuila. Se trataba de unos pedestales de cantera, sobre los que instalaron unas cabezas de águila, con las letras en relieve LIBERTAD. Fueron diseñadas por Tomás Chávez Morado y se hicieron en el taller de artesanías del Instituto Nacional de Be

Juárez en su sitio

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Antonio Guerrero Aguilar/ Veo a esta imagen pretérita, está un león expectante y observante de la sede del gobierno del Estado Libre y Soberano de Nuevo León. Formaba parte de un conjunto escultórico, una glorieta con balaustrada de piedra con un diámetro de 14 metros, una base en forma de cruz griega con altura de dos metros y medio. Cada brazo de la cruz con nueve metros de largo y en cada una de ellas, reposaban unos leones hechos en bronce. En sus costados cuatro placas de mármol que elogiaban al benemérito: “El Estado de Nuevo León al mexicano excelso en el centenario de su natalicio, 1806-1906”, “Salvó la Constitución de 1857”, “Decretó las leyes de Reforma en 1859” y “Salvó la Patria en guerra contra la intervención extranjera y el Imperio, de 1862 y 1867”. Sobre la base, una bella columna de siete metros, con sus realces de racimos de flores en cantera. Encima, una escultura de Benito Juárez con poco más de cuatro metros de altura. Todo el monumento constaba de casi 16 metr

Lo que el viento a Juárez...

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Antonio Guerrero Aguilar/ Para algunos investigadores revisionistas de nuestra memoria e identidad nacional, la historia centrada en homenajes se relaciona con la llamada “historia de bronce”, puesta como contra parte de la historia crítica. Para Luis González y González, la de pedestales y estatuas, mantiene su prestigio como guía moral, maestra del pundonor nacional y faro de todo buen gobierno. En consecuencia, los historiadores se convierten en una especie de pedagogos sociales que ponen a los hombres y mujeres como ejemplo a seguir.  Entonces el calendario cívico nos pone vidas a imitar, tan dignas que algún día; harán que todo niño mexicano pueda recibir alguna condecoración cívica, que resalte nuestros méritos ciudadanos ejemplares al servicio de los demás y de la patria. Por eso, personajes como Hidalgo, Allende, Ocampo y la pléyade de hombres de la Revolución, aunque hayan cometido errores se les perdonan, pues murieron por la patria. De todos, sobresale uno, el benemérito d

El deterioro de un signo: el obelisco sin agua

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  Antonio Guerrero Aguilar/ Tras el nacimiento de un infante, nuestras madres, abuelas o matronas disponían el rito de guardar el ombligo, para lo cual debía ser enterrado en el solar materno. Hacían un pozo y ahí depositaban el cordón umbilical. Entre más profundo estuviera, más arraigo y apego a la casa de parte del recién nacido. Para mí, ese paraje alaba el retorno fundacional de la gran ciudad, porque al margen del paraje elegido por del Canto, Carvajal o Montemayor, representa el vínculo entre natura y cultura, origen como espacio. Lo extraño: no señala su intención como la ubicación, tan solo una rotonda, en cuyo alrededor se venden tacos de barbacoa, se paguen servicios de agua, se compren instrumentos musicales y lleguen camiones de diversos rumbos. Tras las fiestas del 350 aniversario, se quedó pendiente un memorial: para unos en el gran Ojo de Agua o por donde emanaba y se reunían los torrentes. El 30 de mayo de 1957, le pidieron ayuda a la Fundidora de Fierro y Acero, p

El obelisco de la fundación

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  Antonio Guerrero Aguilar/ ¿Cómo habito el paisaje? A través del recuerdo como de la imaginación, recorriendo desde el punto de llegada como de partida. Aclaro, no está destruido, pero si su entorno está tan alterado que ya se me dificulta evocar distancias. Los antiguos ponían piedras paradas como base de los monumentos megalíticos. Con su punta nos indicaba al astro rey de acuerdo a la tradición egipcia. Luego hacían inscripciones que rememoraban un hecho especial, una guerra, un acto heroico o el origen de las cosas. Durante mucho tiempo los miembros de la Sociedad Nuevoleonesa de Historia, Geografía y Estadística, A.C., acudían cada 20 de septiembre al manantial donde aseguraban se fundó la Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey. Colocaban un templete improvisado, decían discursos y alababan a la gran urbe. En los alrededores había monte y barrancos, vestigios de aquellos Ojos de Agua de Santa Lucía. Tan solo sobresalía un obelisco en medio del monte. Al noroeste

Fray Servando: el eterno caminante

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  Antonio Guerrero Aguilar/ En Monterrey, a las esculturas les salen ruedas o se mueven. Así justifican una mala costumbre, porque el monumento nos habla de su tiempo y contexto, en el sitio en que fue levantado originalmente. En otro lugar, no deja de ser una mera pieza decorativa. Pero la estatua de mármol blanco de Carrara y pedestal del Padre Mier, en cierta forma refleja la manera de ser del regiomontano más ilustre que participó en la historia patria. La imagen fue realizada por el escultor italiano Miguel Giacomino (1962-1938), por encargo de la Logia Guardianes del Misterio número 4 entre 1910 y 1911. Con los festejos del centenario del inicio de la guerra insurgente, la masonería de Nuevo León decidió levantar un monumento al ilustre fray Servando Teresa de Mier Noriega y Guerra. Quienes tomaron la iniciativa, donaron mil pesos y los dos mil restantes, fueron aportados por las logias existentes en la entidad. Sus donantes tomaron “en consideración las altas virtudes que dist

La columna perdida

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Antonio Guerrero Aguilar/ El tercer mandamiento es puntual y lo tomaré en su sentido literal: “Santificarás las fiestas”. En la liturgia católica, los días de precepto, son obligatorios para la participación en la misa dominical. En consecuencia, el domingo no se trabaja, así se dedica el culto a Dios como al descanso de aquellos que gozan con un empleo remunerado. Por lo mismo, el Cura de Ars sentenció: quien no cumpla con tales disposiciones puede ir al infierno. Bueno, ustedes dirán que se trata de los “tiempos sagrados” que el Código de Derecho Canónigo recomienda. Pero una cosa que hicieron los liberales en el poder tras el triunfo de la Guerra de Reforma, fue la de proponer un calendario cívico, alterno a las tradiciones religiosas. Así quedaron divididos los ámbitos de lo sacro y lo profano, más orientados a las fiestas cívicas que fundamentan el nacionalismo histórico. Don Porfirio apuntaló al centenario de la Independencia como hito para consolidar el orden y progreso, como

¡Alberto!, ¡Alberto!, ¿Dónde estás?

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Antonio Guerrero Aguilar/ En la sangre de muchos, en el carácter de otro tanto… Nos dicen que no debemos considerarlo ni recordarlo. Fue bandolero, desobediente, que se movía de acuerdo a sus intereses y para su beneficio entre la Nueva Galicia, la Nueva Vizcaya como del Nuevo Reino de León. Dado a fundar pueblos, entre indios que estaban ya pacificados, a los que prendió, esclavizó y vendió, y cometió también otros delitos. Aventurero, mujeriego, mancornador, traidor, apodado “Alberto del Diablo” allá en Saltillo, dado a realizar bromas chuscas como pesadas, a disfrazarse de fantasma y asustar por los callejones obscuros, embustero, alborotador y rebelde. Alegre como irreverente, además de valeroso y buen domador de caballos. Los biógrafos y parientes, lo pintan güero y de buen porte, descendiente de uno de los miembros del ducado de Kent, que se casó en Portugal y en consecuencia, modificaron el apellido para quedar como Alberto do Canto y Díaz Viera, nacido en Praia da Vitoria en

Don Diego: el itinerante olvidado

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  Antonio Guerrero Aguilar/ Alguna vez don Alfonso Reyes escribió: “Los grandes monumentos se deben apreciar a cierta distancia; las instituciones sociales, a la distancia de ciertos años. Esta óptica del tiempo, viene así a completar la óptica del espacio”. Así como los antiguos marcaban los sitios fundacionales y las matronas el solar materno para enterrar el ombligo, a nuestras autoridades les da por indicar el punto donde todo comenzó. En Monterrey tenemos un obelisco y tres monumentos a los fundadores. Al margen del error geográfico que pudiera existir, en 1981, el entonces alcalde de Monterrey, don Pedro Quintanilla Coffin, develó una escultura dedicada a don Diego de Montemayor. De cuatro metros de altura, realizada en bronce y aleaciones, con una pátina en tonos café y verde. La colocaron en el patio central de la casa del ayuntamiento regiomontano, en una estructura donde sobresalía y se podía ver erguida como majestuosa. Obra del escultor Mario Fuentes de la Garza (1934-2

La Pepa, Minerva y Arredondo

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Antonio Guerrero Aguilar/  El 19 de marzo de 1812, fue proclamada la Constitución de Cádiz, convocada para contrarrestar la intervención militar de Bonaparte y recuperar la libertad del monarca Fernando VII. Entre sus aportes, destacan la creación de diputaciones provinciales, en cuanto cuerpos colegiados formados por vecinos honorables, que le dieron cierta autonomía a las provincias respecto a la capital del virreinato, así como establecer ayuntamientos en pueblos con más mil habitantes. Por consiguiente, las autoridades de Monterrey, ordenaron instalar una columna piramidal, dedicada a la diosa Minerva enfrente de la iglesia catedral, en medio de la plaza de Armas.   La deidad romana sostenía en en sus manos, el libro en donde estaba grabado el artículo 325, que proponía una diputación presidida por un jefe político por cada provincia. En julio de 1814 llegó el general Joaquín de Arredondo para tomar control político y militar de las Provincias Internas de Oriente. En el acto de

Don Mariano y sus monumentos

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Antonio Guerrero Aguilar/   El 22 de mayo de 1902, falleció en Tacubaya, conocida como la “Ciudad de los Mártires”, el ilustre general, el héroe de Santa Gertrudis en 1866 y del Sitio de Querétaro en 1867. Nacido en el valle de San Pablo de los Labradores, actual Galeana en 1826. Ingresó en la Guardia Nacional, con la que participó en la guerra contra Estados Unidos en 1846. Entre 1854 y 1855 estuvo a las órdenes de Santiago Vidaurri. Fiel al gobierno liberal republicano, junto con Zaragoza y Aramberri, pelearon contra la intervención francesa. El 15 de mayo de 1867 tuvo la rendición del emperador Maximiliano, que fue condenado a muerte junto a sus generales Miramón y Mejía. Durante el mandato presidencial de Sebastián Lerdo de Tejada (1872-1876), fue nombrado senador y ministro de la Guerra. También fue gobernador de San Luis Potosí (1869-1873). En 1877 luchó contra Porfirio Díaz, por el derrocamiento a Lerdo de Tejada. Derrotado, padeció el exilio. En 1881 regresó a México para

La Purísima en el puente

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Antonio Guerrero Aguilar/ Dicen que fue el paraje más hermoso, existente en la ciudad. Se trataba de un conjunto escultórico con su puente, una escultura y el estanque rodeado de una nogalera como de aguacatales. Lamentablemente un 20 de noviembre de 1934, unos trabajadores del municipio de Monterrey, destruyeron al monumento colonial, por órdenes del entonces señor alcalde Plutarco Elías Calles Chacón, hijo del general del mismo nombre. La imagen de la virgen de la Purísima estaba ahí desde 1799, sobre un puente que atravesaba por la calle de la Presa, actual Diego de Montemayor. Sitio histórico como legendario, alabado y descrito por Manuel Payno. Enlace y vinculo vital entre la parte fundacional y el barrio de la Catedral. Ahí los mexicanos detuvieron el avance de cientos de soldados norteamericanos en septiembre de 1846. No era la primera que la dañaron: el 7 de diciembre de 1869 fue derribada sin saber los motivos y el culpable. El entorno provocó leyendas, como la del novio q