El obelisco de la fundación
Antonio Guerrero Aguilar/
¿Cómo habito el paisaje? A través del recuerdo como de la
imaginación, recorriendo desde el punto de llegada como de partida. Aclaro, no
está destruido, pero si su entorno está tan alterado que ya se me dificulta
evocar distancias. Los antiguos ponían piedras paradas como base de los monumentos
megalíticos. Con su punta nos indicaba al astro rey de acuerdo a la tradición egipcia.
Luego hacían inscripciones que rememoraban un hecho especial, una guerra, un
acto heroico o el origen de las cosas. Durante mucho tiempo los miembros de la
Sociedad Nuevoleonesa de Historia, Geografía y Estadística, A.C., acudían cada
20 de septiembre al manantial donde aseguraban se fundó la Ciudad Metropolitana
de Nuestra Señora de Monterrey. Colocaban un templete improvisado, decían
discursos y alababan a la gran urbe. En los alrededores había monte y
barrancos, vestigios de aquellos Ojos de Agua de Santa Lucía. Tan solo
sobresalía un obelisco en medio del monte.
Al noroeste estaba el viejo hospital, la avenida Pino
Suárez y el templo de San José. Cuando urbanizaron el sector, decidieron la
ampliación de la avenida Cuauhtémoc y pavimentaron el señorío del arroyo que
quedó en una calle a la que llamaron Juan Ignacio Ramón. Luego añadieron una
glorieta o rotonda, con un gran obelisco con tres caras: en una el escudo de
Nuevo León, en otra el de Monterrey y en un tercer segmento, un libro con la
primera inscripción del acta de la fundación. En 1957 los historiadores se
dividieron: unos a favor del lugar como origen de Monterrey, otros defendían el
sitio de las albercas por la Calle del Aguacate y algunos, que realmente el
acta señalaba al norte de los Ojos de Agua del Santa Lucía, en donde ahora está
el templo del Sagrado Corazón de Jesús. El obelisco se quedó como muestra
representativa y nosotros los de Santa Catarina, lo hicimos nuestra parada
obligatoria para ir y venir a Monterrey.
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