Las piedras que hablan
Antonio Guerrero Aguilar/
Parece algo incoherente como extraño, pero las piedras también nos pueden convocar como evocar recuerdos y realidades distintas. Realizadas como generación de la vida en la Tierra y unas, cuántas fueron elegidas para darnos un mensaje a la posteridad. Ciertamente contienen códigos cifrados, pero ahí están y conviene mantener una cercanía de acuerdo al pensamiento y forma de ser de sus autores que ni conocimos y nos negamos a conocer. No se trata de verlos a la época que tenemos, sin embargo; debemos dejar que hablen, cultiven y revitalicen las notas que contienen. Aunque es muy difícil saber realmente su significado, los expertos siempre intentarán descifrar estos antiguos símbolos contenidos en petrograbados, pinturas rupestres y geoglifos; localizados por lo general en el interior de oquedades de poca profundidad, en los relices y cañones de las serranías, así como en los márgenes de arroyos. Los colores básicos son el rojo y negro, que lo mismo, configuran líneas, puntos y círculos; con los que idealizaron plantas, manos, animales y humanas, con rasgos naturalistas similares a los de otros rumbos y periodos.
Tan sencillos
como complejos en la monocromía o policromía, con diseño y modo exposición
repetitivos. Pueden ser representaciones religiosas, cosmogónicas, vivenciales,
testimonios derivados del influjo del jugo mágico del peyote, una serie de
comunicados de los chamanes. De una cosa estoy seguro: no enuncian una
identidad sino varias. Las hicieron muchos, dejando palimpsestos en los que se
iban haciendo signos y símbolos, que iban completando de acuerdo a algo que nos
querían decir, para compartirlo con los que llegaron, a través de legados tangibles
e intangibles. Además, tienen la cualidad de darnos artefactos, utensilios,
voces, nombres, recuerdos, atmósferas y sensaciones de otras épocas pretéritas.
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