La Purísima en el puente

Antonio Guerrero Aguilar/



Dicen que fue el paraje más hermoso, existente en la ciudad. Se trataba de un conjunto escultórico con su puente, una escultura y el estanque rodeado de una nogalera como de aguacatales. Lamentablemente un 20 de noviembre de 1934, unos trabajadores del municipio de Monterrey, destruyeron al monumento colonial, por órdenes del entonces señor alcalde Plutarco Elías Calles Chacón, hijo del general del mismo nombre. La imagen de la virgen de la Purísima estaba ahí desde 1799, sobre un puente que atravesaba por la calle de la Presa, actual Diego de Montemayor. Sitio histórico como legendario, alabado y descrito por Manuel Payno. Enlace y vinculo vital entre la parte fundacional y el barrio de la Catedral. Ahí los mexicanos detuvieron el avance de cientos de soldados norteamericanos en septiembre de 1846. No era la primera que la dañaron: el 7 de diciembre de 1869 fue derribada sin saber los motivos y el culpable.



El entorno provocó leyendas, como la del novio que venía de ver a su enamorada y lo mataron por ahí. Pasado un tiempo encontraron a un individuo sin vida, pensando que era el asesino. Como señal de amor eterno, la dama siempre colocaba veladoras como recuerdo de su amado.  Fue sitio de reunión de los romances de antaño y quedarse como los narcisos, viendo el espejo de agua de la llamada Presa Grande, rodeada de una rica arboleda.



La escultura fragmentada fue rescatada por Carlos Pérez Maldonado, Santiago Roel y Pepe Saldaña. La pegaron con cemento y la colocaron en la explanada del Museo del Obispado, en donde volvió a ser testigo silente de muchas parejas de enamorados, por eso se jactaban: “noviazgo regiomontano que no pasado una tarde en el Obispado, no es noviazgo”. Cuando hicieron el paseo Santa Lucía, quedó como “cuasi copia” del paseo del río de San Antonio. Todo lo que recordaba al viejo puente, lo colocaron debajo de la nueva estructura, como si se les diera vergüenza que la gran ciudad del conocimiento, está al amparo de la virgen de la Purísima. Y no lo digo yo, está en el acta de la fundación de Monterrey.

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