La columna perdida
Antonio Guerrero Aguilar/
El tercer mandamiento es puntual y lo tomaré en su
sentido literal: “Santificarás las fiestas”. En la liturgia católica, los días
de precepto, son obligatorios para la participación en la misa dominical. En
consecuencia, el domingo no se trabaja, así se dedica el culto a Dios como al
descanso de aquellos que gozan con un empleo remunerado. Por lo mismo, el Cura de
Ars sentenció: quien no cumpla con tales disposiciones puede ir al infierno.
Bueno, ustedes dirán que se trata de los “tiempos sagrados” que el Código de
Derecho Canónigo recomienda. Pero una cosa que hicieron los liberales en el
poder tras el triunfo de la Guerra de Reforma, fue la de proponer un calendario
cívico, alterno a las tradiciones religiosas. Así quedaron divididos los
ámbitos de lo sacro y lo profano, más orientados a las fiestas cívicas que
fundamentan el nacionalismo histórico.
Don Porfirio apuntaló al centenario de la Independencia como hito para consolidar el orden y progreso, como bases de los hechos históricos, claves y fundamentales dentro del contexto y devenir de los mexicanos. El Círculo Mercantil Mutualista de Monterrey, a nombre de Fernando Zambrano, regaló en 1910 a la ciudad una columna conmemorativa. También pidió autorización al Cabildo para instalarla en la Plaza Bolívar en la esquina de la calle Bolívar y del Hospital, (actuales Padre Mier y Cuauhtémoc). El honorable ayuntamiento de aquel tiempo, lo aprobó el 15 de agosto de 1910 y se hizo el acto inaugural con todas las pompas y honras propias para las fiestas patrias en la parte oriente. Así permaneció, hasta que un día la quitaron: ¿cuándo?, ¿cómo? ¿por qué? Quien sabe, tan solo removieron y la dejaron olvidada en algún patio o bodega, quizás la destruyeron o está en alguna colección privada.
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