El águila universitaria

 Antonio Guerrero Aguilar/



En el pleno periodo de transición, del sexenio del gobernante sabio Raúl Rangel Frías y el gobernante justo, Eduardo Livas Villarreal, se hizo la Ciudad Universitaria de la entonces Universidad de Nuevo León. Estamos hablando de 1959 a 1962, cuando lograron conjuntar el pensamiento de Alfonso Reyes y la estética de Federico Cantú. Para definir la vocación de la sede de la universidad, don Alfonso le dijo al “Ulises de Cadereyta”: “La única manera de ser provechosamente nacional, consiste en ser generosamente universal, pues nunca la parte se entendió sin el todo”. Entendió bien el mensaje. Don Federico dejó bajo relieves y esculturas en algunas facultades, todas ellas a la vista, excepto una quedó en la explanada de rectoría. Para muchos, el culmen del orgullo universitario enlazado al espíritu nacional, inaugurado en 1962 por el entonces guía Pepe Alvarado.



Se trataba de la hechura de un mosaico de cemento con piedras de distintos colores, tamaños y formas. Sin duda, una obra de dimensiones colosales que solo se podía ver desde el último piso de la torre de rectoría. Era el emblema fundacional del imperio mexica como del nacionalismo histórico, el águila devorando a la serpiente posada en un nopal. En su pecho, una antorcha con el lema “Alere Flammam Veritatis”, en cuanto luz de la verdad y el proceso del átomo señal de la ciencia, más el nombre resaltado de la institución, vinculados con dos deidades: Tonatiuh y Quetzalcóatl, símbolos de la mexicanidad, mostrando como el espíritu protector arropa a la educación universitaria. 



Como se advierte, estaba todo dispuesto para que se distinga el alma mater de muchos hombres y mujeres de bien. Pasado el tiempo, requerían de obras para promover el legado de Alfonso Reyes, la librería universitaria y la dirección de informática. Entonces, les dio por usar el espacio y borrar la obra esencial para la identidad y vínculo de la comunidad académica, de los investigadores, de la promoción cultural y extensión del servicio social. Así se veía el conjunto, ahora convertido en una plancha de concreto.



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