La fuente de los “Cabritos”
Antonio Guerrero Aguilar/
Las fuentes nos
remiten a los manantiales donde las aguas brotan. Esos parajes considerados
sagrados, hacen posible la vida vegetal y animal que florece y abunda en sus
alrededores. Pero estaban alejadas, regularmente al pie de las montañas y
decidieron hacerlas accesibles. Primero, como una forma de abastecer agua al
peregrino como a los vecinos. Luego adquiere un sentido decorativo de las
plazas y jardines. El agua se contiene y crea humedad en el ambiente, flujo,
movimiento, dando sensación de tranquilidad como seguridad.
Tenemos una
fuente en la alameda Mariano Escobedo de Monterrey, oculta y hasta dañada en su
forma original como en su pintura. Su contorno parece una copa y en sus bordes
hay cabezas de cabritos, de donde alguna vez salió un chorro de vida. Es tan
antigua, que parece no corresponder ni al sitio en donde la tienen como por su
importancia. Es de hierro vaciado y si se acercan, verán en su base una placa
que alaba al artífice: "J.L Mott Iron Works N.Y".
Dicen que la
inauguraron en 1878. Seguramente ha cambiado de lugar en varias ocasiones y en
esos traslados, perdió parte de su forma original. Para unos, tenía una garza
al centro, otros una mujer que remataba el conjunto. Lo cierto es que ya luce
abandonada, sin agua, pintarrajeada y con huellas de la corrosión y daño. Unos
la conocen como la “fuente Chiquita” y otros de los “chivitos”. La admiro y
recuerdo los versos de Antonio Machado.
Yo sé que tus
bellos espejos cantores
copiaron antiguos
delirios de amores:
mas cuéntame,
fuente de lengua encantada,
cuéntame mi
alegre leyenda olvidada.
—Yo no sé
leyendas de antigua alegría,
sino historias
viejas de melancolía.
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