El templo a San José
Antonio Guerrero Aguilar/
Según la tradición oral, en 1780 se comenzó
la construcción de una ermita dedicada a San José, cercana a los manantiales
del arroyo de Santa Lucía. La capilla pronto se hizo popular entre los fieles
regiomontanos, por eso a fines del siglo XIX, se vieron en la necesidad de
conseguir un terreno más grande. Gracias a la iniciativa del misionero josefino
don Vidal Rojo y a la donación por José M. Anguiano y su señora esposa Josefa
Castañeda, se pudo construir un templo.
En 1892 el padre Juan María Tronce, procedente
de San Antonio, Texas, fue nombrado su primer capellán con la intención de
convertirlo en oratorio. Los misioneros josefinos se hicieron cargo del templo
de San José el 9 de noviembre de 1902, siendo Arzobispo don Santiago de la
Garza Zambrano, quien además les pidió la atención espiritual de los enfermos
del hospital civil. Conviene señalar que el principal promotor de la figura de
San José, vivió un tiempo en Monterrey. Se trata del padre José María Vilaseca
nacido el 19 de enero de 1831 en Igualada, España. En 1853 llegó a México para
ingresar a la Congregación de la Misión de los padres paúles.
Fue ordenado sacerdote en 1856 y tres años
después fundó su congregación. Ellos se hicieron cargo del Seminario de
Monterrey en 1867. En 1872 fundó dos casas para consagrados, una para mujeres
que lleva el nombre de las “Hijas de María y del Señor San José” y otra para
varones. En tiempos de Lerdo de Tejada, fue desterrado por la persecución, pero
regresó a México para fundar la congregación Misioneros Josefinos en 1877.
Murió en México el 2 de abril de 1910. Gran misionero, educador y fundó asilos
y hospitales. Escritor de temas sagrado, autor del “Propagador de la devoción a
San José y la Sagrada Familia”. Tiene
abierta una causa de canonización.
El templo fue destruido y en su lugar, un
moderno y elegante templo en la segunda mitad del siglo XX.
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