La calle Galeana
Antonio Guerrero Aguilar/
Hubo un tiempo, en que Monterrey tenía tan solo unas
cinco calles que corrían de oriente a poniente; en cambio las que iban de norte
a sur eran consideradas unos callejones, conocidos más bien por quienes ahí
vivían o tenían algún distintivo como piedra, un vecino o alguna situación que
tuvo lugar en el rumbo, hasta que en el siglo XVIII el cabildo de la ciudad
dispuso que les pusieran un nombre formal.
En un plano de 1791, vemos a uno de ellos, que para 1861
apenas comprendía dos cuadras. Se le puso el nombre del insurgente Hermenegildo
Galeana, y se fue extendiendo conforme se instalaron varios negocios que
llegaban hasta el barrio del Roble. En el último tercio del siglo XIX, el
sector comenzó a poblarse hasta llegar a la Calzada Unión, llamada tiempo
después de Madero. A través de su extensión, vivieron muchas familias y se
formaron barrios que durante mucho tiempo dieron vida a toda la vía, ahora
repleta de negocios, oficinas y casas deshabitadas.
En 1937, un poeta de nombre Simón Guajardo le compuso un
poema, del cual resalto esta parte:
“¡Calle de Galeana,
blanca calle mía!
Yo por ti he sentido
fértil simpatía.
Cuando pequeñuelo,
por tu clara vía, en
una escobeta montado corría…
Calle de Galeana
–banquetas barridas, banquetas regadas;
yo voy caminando con
lentas pisadas!”.
A través de las palabras añora su infancia cargada de
recuerdos. Ahora corren camiones, autos y personas que trabajan, estudian o
tienen algún asunto por la calle de Galeana.
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