La expedición a Piedras Pintas
Antonio Guerrero Aguilar/
En octubre de 1907, la Junta Arqueófila mandó misivas a
los alcaldes de los municipios, pidiendo información en torno al patrimonio
existente en cada punto de su jurisdicción. Entonces llegó una noticia
inesperada como relevante desde Parás: en el rancho de Santo Domingo, está el
“Frontón de Piedras Pintas”, “con dibujos de signos o jeroglíficos realizados
por los indios de ahí” (sic). Esto provocó el ánimo de los integrantes, quienes
prepararon una excursión, saliendo el 22 de marzo de 1908. Le llamaron
“Excursión científica al Frontón de Piedras Pintas”, con el objetivo de
estudiar las inscripciones esculpidas “sobre las rocas del lugar y explorar
aquella región con los fines que la misma junta se ha trazado”. Trayecto
complicado: viajaron en tren por la ruta a Matamoros hasta la Estación Herreras
y luego rentaron un coche que los llevó a Cerralvo y Agueleguas, en donde se
sumó el doctor Vidal de la Garza y de ahí a Parás en donde se dirigieron a
Piedras Pintas. Todo les llevó siete días, moviéndose unos 500 kilómetros tanto
de ida y vuelta.
Sus anotaciones son valiosísimas: lo ubican en la ribera
izquierda del río Sabinas a 30 kilómetros de la confluencia con el río Salado y
como a 50 metros del lecho del río. Se asombraron de un frontón compuesto por
“rocas metamórficas, como un conglomerado de asperón silicoso y que tiene
cuatro metros de altura y nueve de longitud. Inscripción cuya magnitud hacen
pensar en el largo trascurso de tiempo empleado para grabarlas, empleando para
ello, la piedra, el sílex o la obsidiana. Hechas por los antiguos, repletas de
“estrías transversales que dividen la roca en porciones casi iguales, sobre las
que están cincelados los dibujos entre los cuales se ven formas bizarras de
flechas, escudos, estrellas, soles, serpientes y huellas de animales y grecas
de una perfección admirable”. Sin embargo, se lamentaron de piedras mutiladas,
caídas por algún derrumbe.
En sus alrededores, localizaron puntas de flechas,
lanzas, fragmentos de cuchillo y hachas: “un lugar perfectamente enlajado donde
verificaban sus fiestas religiosas y funerarias”. Tomaron fotografías,
visitaron los ranchos circunvecinos, en donde pudieron hablar con los moradores
a quienes recomendaron el cuidado del sitio.
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