El sentido y lenguaje de las piedras pintas
Antonio Guerrero Aguilar/
Dicen que nunca se sabrá a ciencia cierta, el significado de los trazos y líneas que nos legaron los ancestros. Resulta extraño, que ninguno de los historiadores y cronistas que abordaron los proyectos de población y evangelización en el Nuevo Reyno de León, hayan dejado referencias en torno a las pinturas rupestres. Posiblemente la existencia de las mismas, se daba de forma oral, gracias a los exploradores y pastores que andaban por los montes. Lo cierto, como bien lo anotó Hervert Kühn: “El problema del hombre prehistórico ha ganado en forma e intensidad, pero sigue siendo la incógnita de las incógnitas”.
Sin embargo, hay documentos y crónicas allá en Coahuila donde las refieren.
Aquí en la entidad, tal vez porque no estaban a la vista de todos o por ser
hechas por los indios bárbaros, no merecían su atención deseada. Las zonas
arqueológicas revisten muchos problemas: desde la ubicación, la ignorancia, expuestas
al daño como alteración. Por eso, comparto lo que señala el antropólogo Carlos
Leal Velasco: “Dicen que los contenidos hay que buscarlos sobre las rocas, en
las serranías, en las cuevas, en los arroyos y en los valles, así como en las
nuevas fuentes documentales”.
Después de permanecer casi una semana al inicio de la primavera de 1908, los
de la Junta Arqueófila recomendaron al alcalde de Parás, tratar de descifrar el
contenido labrado en los peñascos y muros rocosos. Se trataba de un lenguaje vivencial,
recuerdos de combates y luchas sangrientas tanto de los apaches, lipanes y tarancahuases.
En los geroglíficos: “se nota tal unidad…, que no fueron al acaso, sin orden ni
concierto”, las labraron con un propósito indudablemente. Para Protasio Cadena,
las hicieron los indios trashumantes distintos a los que habitaban aquí a la
llegada de los primeros pobladores. Aseveraba que los ancestros, ubicaban sitios
como piedras adecuadas, para registrar y trasmitir sus mensajes. Por algo
existe Piedras Pintas.
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