Ya casi nadie habla de tapancos...

Antonio Guerrero Aguilar/



“Quedó tonto desde que cayó del tapanco…” Un espacio dentro de la casa como de los graneros, un pequeño zoológico donde habitaban lo mismo ratas, tlacuaches, gatos y torcazas. Alacena ancestral donde guardaban los suministros para los tiempos aciagos. Tan raros porque un techo o tarima estaba debajo del otro techo. Los antiguos designaban “tlapantli” a las azoteas como a los desvanes y tablados dentro de los palacios y templos. Los pueblos originarios los usan para alabar a los difuntos: hacen una estructura de un metro y medio de altura, montada sobre cuatro varas de mezquite, álamo o sauce, clavados en la tierra a manera de sostén, así como un tapesti, una especie de tarima hecha de carrizos, con comida y perfumado con flores de buganvilia donde velaban a los muertos.

 


Ocultas pero cercanas, sitio idóneo para alejarse de la vista de todos:

Mis poemas son mi escondite

El tapanco de feria

A veces el mordaz desquite

Mi canto de fiera (Mayra Karina)

 

Ya casi nadie habla de los tapancos. Bueno, abundan como nombre de restaurantes y fondas de comida tradicional mexicana. En algunos sitios, son las palapas hechas con carrizos o cañas, en otros, son las mesas donde se ponen los alimentos en el día de los muertos. Para nosotros, los que vimos otros tiempos y otras cosas, eran los entrepisos que se hacían en las casas o en las trojes. Ahí resguardaban los alimentos, las semillas, el rastrojo, el maíz, la harina y el frijol. Casi toda la cosecha y los frutos de la madre tierra se colocaban en esas divisiones. Regularmente al cuidado de un gato que impedía el acceso de los roedores. Aunque una vez me tocó ver a un alicante debajo de los costales, infundiendo temor a los osados ladrones.



Ya en el otoño y en el invierno, cuando las parcelas descansan, las matronas acudían a buscar los ingredientes para los alimentos. Los hubo en muchas casas viejas, dependen en variedad y diseño, como las de Villaldama y García que prácticamente eran habitaciones aparte, siempre dispuestas de oriente a poniente, en proporción a la Cruz de la casa, con una pequeña ventana para mantener ventilado el punto. Estas imágenes son de uno que se podía ver allá en Rinconada.



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