Sombras nada más...

Antonio Guerrero Aguilar/



La sombra es obscura debido al bloqueo de una luz. Sin luz no hay sombras. Esta se forma detrás de un cuerpo opaco, pero por un poco de luminosidad, refleja un ambiente obscuro que le da algo de enigmático y a la vez de temor. Dicen que los objetos acaparan la luz y por eso no vemos las cosas definidas en su forma y esencia cuando todo está a obscuras. Pero los seres humanos si emiten luz a través de lo que conocemos como un halo, aura o el nimbo de los santos.

Entre la luz y la sombra se forma la penumbra. En el mito de la caverna de Platón, la sombra es el reflejo de la realidad que no podemos ver. Hay dos tipos de sombras: las sombras propias que se forman en el propio objeto y las sombras arrojadas que el objeto produce. Para que haya sombra tiene que haber tres cosas: un objeto de considerable tamaño que arroje la sombra, un lugar donde proyectarse y la luz indispensable para que la sombra exista de forma distinta.

En arte, el claroscuro estudia la degradación y difusión de la luz con las sombras y corresponde a las áreas intermedias entre la zona iluminada y las zonas ennegrecidas. Se denominan zonas de penumbra y sus valores de medios tonos o medias tintas con grados cambiantes, nunca deben alcanzar la intensidad de la luz ni la intensidad de la sombra. Para los artistas ancestrales, la pintura surgió cuando se pretendió reproducir la sombra de un objeto o de un ser vivo. Gracias a las sombras, Tales de Mileto pudo calcular la altura de las pirámides. Dicen que no es arte rupestre, para mí sí…

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