Mitote y peyote
Antonio Guerrero Aguilar/
Los ancestros eran muy dados al mitote,
según los misioneros y colonizadores. Se trataba de una fiesta o reunión, en la
cual bailaban y gritaban horas y horas alrededor de una hoguera. La palabra de
origen náhuatl significa danza como danzante. De acuerdo a los antiguos,
también es una nube que nos impide sentirnos y vernos muy fregones, tal vez que
por eso la gente de antes nos apaciguaban al decir: “no seas mitotero”. Puede
ser desde un alboroto, el tumulto, el rumor, una reunión de brujos como de
gente que se “destrampan”. Alonso de León, describe que hacían mitote para
pedir a la novia, para pelearse, para regocijarse, para plantear enemistades.
Como verán, se trataba de un ritual, una acción efectiva para realizar o
enfrentar algo a la luz de la luna. Preferentemente elegían un llano o la
entrada a una cueva marcada por sus signos. Los colonizadores debían ser
cautos: si convocaban al mitote, por consecuencia venía la rebelión. Para darse
fuerza, para entrar en contacto con la deidad y la conciencia, salían a buscar
peyote al campo. Sacaban muchas piezas que luego limpiaban, martajaban y daban
los gajos a los presentes para chuparlos y extraer su esencia y jugo mágico.
Solo así aguantaban hambres,
inclemencias, malos tratos, golpes como heridas. El ámbito de la caza y la
recolección, se unían para la guerra como para la alegría. La ceremonia la
comenzaba el anciano o la viejita, unos tocando percusiones y sacando sonidos a
las flautas de carrizo. Con el disfrute se unían con las fuerzas sobrenaturales
como del entorno. Luego, la marca ancestral para dar constancia de su desafío,
hacían pinturas rupestres para buscar la victoria y provocar e invocar los
bienes como los dioses. Para ellos, había un sentido de sacralidad. Para los
intrusos, era muestra de su salvajismo al amparo del mal. Los más avezados
veían apariciones, descifraban los sueños como las señales de los tiempos. La
danza era monótona como repetitiva. Pasado el tiempo, caían exhaustos. Al
despertar, ya estaban listos para luchar. Todo hablaba: la música, el canto, el
movimiento, los gestos y la imitación de los sonidos de la naturaleza, así como
la ingesta del peyote.
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