Los precursores del cuidado del patrimonio cultural
Antonio Guerrero Aguilar/
Existen
actualmente, muchos organismos y asociaciones culturales dedicadas a la
historia, el devenir de nuestros pueblos y la promoción del legado como de la
memoria regional. Por ejemplo, la Universidad Autónoma de Nuevo León, cuenta en
su seno al Centro de Estudios Humanísticos como al Centro de Información de
Historia Regional. La Facultad de Filosofía y Letras a través de la
licenciatura en historia como de académicos y seminarios colegiados. Está la
Sociedad Nuevoleonesa de Historia, Geografía y Estadística y diversos grupos de
cronistas e historiadores. Mención aparte, la de las páginas y grupos en redes
sociales, así como promotores y gestores culturales, arquitectos y
profesionistas de la restauración y anticuarios y coleccionistas.
Los insignes que
se dedicaron a dar vida a la Junta Arqueófila de Nuevo León por poco más de
tres lustros, fueron los siguientes: el presidente honorario fue el general
Bernardo Reyes, quien ofreció su colaboración con alguna conferencia el 22 de
junio de 1907. Es sabido que debió renunciar al poder ejecutivo el 24 de
octubre de 1909, después de las lluvias torrenciales que afectaron a la región.
Mientras el presidente, fue el doctor Amado Fernández Muguerza.
Quedó como secretario
el profesor Emilio Rodríguez (1869-1937), originario de Cadereyta Jiménez.
Egresado de la Escuela Normal de México, en donde fue alumno de Ignacio Manuel
Altamirano. Se dedicó a la docencia en Monterrey como en Victoria, Texas,
ciudad en la que residió entre 1913 y 1918. Director de la Escuela Normal, de
Instrucción Pública estatal y regidor de Monterrey. El tesorero Desiderio
Lagrange (1849-1926), en 1860 llegó a Monterrey para dedicarse a la impresión y
la escritura. Promotor de la Biblioteca Pública y fue perseguido por Reyes. A
su regreso fue profesor de francés en el Colegio Civil. Como primer vocal el
Lic. Pedro Benítez Leal (1861-1945), abogado linarense, maestro en el Colegio
Civil, diputado y gobernador interino de 1900 a 1902.
El ingeniero
Manuel G. Rivero (1856-1932) como segundo vocal, empresario gerente de la
fábrica de hilados El Porvenir y de los molinos de Jesús María como Hércules.
No figuran en la mesa directiva, pero de una u otra forma, también colaboraron
el ingeniero Miguel F. Martínez (1950-1919), tan afamado por ser benemérito de
la educación, así como ingeniero agrimensor y músico y Aurelio Lartigue
(1858-1937): poeta, secretario particular de Bernardo Reyes y cercano a la
Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística.
Inmediatamente
decidieron el rescate del palacio episcopal conocido como el Obispado, ligado a
la vida de Monterrey, en propiedad del gobierno federal, para repararlo sin
quitarle su originalidad. También acudieron a la hacienda de Santa Rosa de
Apodaca en julio de 1907, para ubicar un yacimiento de restos fósiles como de
pinturas rupestres. Tiempo atrás, les habían informado que río abajo de la
Presa Chica, en un paraje llamado “Cabeza de Charco Largo”, se hallaban unos
huesos como de gigante. Tras un trayecto de dos horas, trabajaron unas seis
horas. Lo que pudieron rescatar lo trasladaron al museo del Colegio Civil.
Ganaron prestigio
en poco tiempo, a tal grado que la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas
Artes de la República, los autorizó en el verano de 1909, a realizar
exploraciones arqueológicas en Coahuila como Tamaulipas, informando
directamente a la Inspección General de Monumentos Arqueológicos de sus
hallazgos. Lamentablemente, la Junta tan solo existió hasta 1924.
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