Las piedras que hablan...

Antonio Guerrero Aguilar/



No soy arqueólogo ni arquitecto, siquiera restaurador o historiador. Tan solo asombrado por el patrimonio ancestral y la información que representan. Ciertamente, me inspiraron las palabras de José Emilio Pacheco:

 

“Lo que dice la piedra

Solo la noche puede descifrarlo

Nos mira con su cuerpo todo de ojos

Con su inmovilidad nos desafía

Sabe implacablemente ser permanencia

Ella es el mundo que otros desgarramos”.

 

Los montes y acantilados guardan mensajes ocultos. Permanecen ignotos, porque su código desapareció con sus autores. Son las pinturas rupestres. No se sabe con exactitud su significado, sin embargo, creo que con la semiótica y hermenéutica aplicada al arte rupestre, se puede mantener un vínculo. Los que saben y han trabajo en laboratorios como salvamento, dirán que son cosas distintas como contradictorias. Pero muchos hallazgos y pistas se deben al ámbito de la literatura. A lo mejor, al oficio de Guillermo de Baskerville en la obra de Umberto Eco “El nombre de la Rosa” (1980), cuya premisa es la siguiente: “Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad”.

El habla como la escritura son elementos culturales. La base de toda creación, están en el punto, la línea y las sombras. Los componentes de la lengua se relacionan para formar textos. En consecuencia, los signos lingüísticos deben estar organizados de forma adecuada, con la finalidad de averiguar el significado de cada unidad lingüística, contenida en una oración o palabra. Por lo tanto, los mensajes ocultos en el arte rupestre se pueden descifrar a través de la semiótica y otras disciplinas humanísticas. Con los primeros proponen un sistema que van vinculando, hasta crear líneas como si fueran nuestros párrafos. Luego comienza la imitación de la naturaleza, a través del juego de los signos ahí esculpidos o trazados. Son palimpsestos, los artífices quisieron borrar su legado pero otros la recuperaron y le añadieron otro recado, tan rico como variado, pero repleto de una vorágine de vocablos que aún expresan un sentido.

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