La Junta Arqueófila de Nuevo León

Antonio Guerrero Aguilar/

Tal vez nuestra actitud o rechazo por el patrimonio tangible, tenga que ver con el menosprecio de las cosas que nos rodean. Siempre dados a compararnos con otras ciudades, aunque se proclame la “fregonería regia” a ultranza: somos los más fregones de la frontera y puntos circunvecinos. Pero la entidad no posee rasgos y elementos dignos de presumir, por eso los importamos de otros lares: programas, obras y proyectos urbanos, edificios grandotes que se pueden ver desde todos lados, pero que nos impiden ver lo más hermoso que tenemos: nuestras cordilleras.



No obstante, han emergido conciencias ciudadanas que han alertado acerca de los continuos cambios. Por ejemplo, en 1853, siendo gobernador y comandante militar Pedro Ampudia, propuso la creación de un museo de historia. En tiempos de don Genaro Garza García (1881-1883), establecieron uno en la sede del Colegio Civil.

El regreso del médico Amado Fernández Muguerza a su tierra, fue fundamental para el cuidado y conocimiento de lo que había y de lo que aún quedaba. Pertenecía a las familias que apuntaban el crecimiento económico y por su preparación académica, se ganó un lugar en dos planteles “insigna”, así como de la simpatía de muchos funcionarios públicos. Sin afán de causar controversia, su llegada coincide con la muerte del prócer José Eleuterio González y el arribo al poder de Bernardo Reyes: entonces continuó con la labor del primero al amparo del segundo.

Reunió a lo más granado de la sociedad de su tiempo: maestros, profesionistas, fotógrafos e intelectuales.  Tuvieron una junta el 14 de junio de 1907, en la cual decidieron instalar la “Junta Arqueófila” o “Junta Filarcaica de Nuevo León” y acordaron la invitación para conformar la membresía el día 20. Surgió el 23 de junio de 1907, para el conocimiento y la conservación de los edificios y monumentos históricos, así como de algunas obras de la naturaleza que por su importancia merezcan su atención, como el Obispado, el Puente de la Purísima en la calle de la Presa, tan solo por citar a algunas.



Su propósito: procurar dentro de la esfera de acción posible, la conservación de aquellos monumentos antiguos que tengan importancia desde el punto de vista histórico, arquitectónico, arqueológico o simplemente como bellezas naturales de la entidad. Sean relevantes por su herencia y sentido de la comunidad, la pertenencia como arraigo, los cuales posean rasgos simbólicos o estéticos, la intervención del patrimonio con el mantenimiento, cuidado, gestionar recursos para su rehabilitación y continuidad en medio del auge económico, que trajo la hechura de muchas residencias y edificios, sacrificando a los anteriores. También decidieron realizar expediciones arqueológicas como paleontológicas en la entidad y tener un listado de los principales sitios, a través de un registro y dejar constancia del legado para preservar el patrimonio como nuestro pasado.

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