El arco dedicado a Plutarco

Antonio Guerrero Aguilar/



Dicen que la relación entre el jefe máximo de la Revolución y los empresarios regiomontanos, siempre fue tirante. A él le debemos el apodo de los “codos” por codiciosos, por judíos y agarrados, porque duele aflojar el codo al gastar o comprar. Sin embargo, un hijo aquí se quedó y formó familia en General Terán, tras casarse con Elisa Sáenz, hermana de Aarón y Moisés: además, tenía visitas recurrentes porque era paciente del Niño Fidencio. Plutarco Elías Calles fue presidente de México de 1924 a 1928. Al inicio de la primavera de 1925, avisaron de una visita de carácter oficial a Monterrey. Entonces, las autoridades estatales como del municipio, se aprestaron a darle una grata bienvenida. En consecuencia, le pidieron a la Fundidora de Monterrey, la hechura de un monumento para recibir al titular del poder ejecutivo de la nación. Entonces el ingeniero Melitón Ulmer, director de la empresa, dispuso el diseño y la instalación de un arco de perfiles ligeros, que de acuerdo a don Tito Abel Jiménez Garza, ocurrió en el mes de julio de 1927. Sencillo, representativo y sobrio, armado con dos columnas, cada una con trece secciones en forma piramidal.


En medio, un arco de medio punto reforzado con ángulos de acero, montado por los mismos obreros en el cruce de las calles de Tapia y Zaragoza. La primera, terminaba precisamente en terrenos de la acerera, por eso como acto protocolario, acordaron que el automóvil con el titular del poder ejecutivo pasara por ahí. Tenía una manta con un mensaje alusivo y cuando lo traspasó, todos los silbatos de las industrias anunciaron al unísono la presencia del personaje. Don Manuel González Caballero, describe que “fue vitoreado por los obreros y empleados que lo vieron pasar. Después de los saludos y presentaciones protocolarios, fue conducido al piso de vaciados del Alto Horno Nº 1, -el único, hasta ese entonces-, para ver el proceso del hierro. Posterior a la visita por los talleres, se le brindó una comida antes de retirarse”. Tras el regocijo y jolgorio, dejaron la estructura como un recuerdo y también pasó el general Álvaro Obregón durante su campaña electoral en 1928.

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