Amado Fernández Muguerza: el defensor del patrimonio de Nuevo León

Antonio Guerrero Aguilar/

Hoy que tanto se habla del cuidado y conservación del patrimonio tangible de la entidad, tan solo mencionan los nombres de personas dedicadas a investigar y proteger lo poco que nos queda. Lamentablemente son pocas las veces en que se resalta la figura de Amado Fernández, nacido en Monterrey, el 1 de abril de 1857, hijo de Amado Fernández García y Mercedes Muguerza Crespo. Bautizado el 4 de abril en la Catedral, teniendo como padrinos a Francisco Sada y Carmen Muguerza. Aquí acudió a la escuela de primeras letras, para después salir a la Ciudad de México, para graduarse de médico cirujano en la Escuela Nacional de Medicina, en 1883, con la tesis “Oftalmia blenorrágica”. Años más tarde regresó a Monterrey, para practicar la medicina, la docencia, la administración pública y las inversiones.

Aquí dio clases en la Escuela de Medicina como en el Colegio Civil, en donde además ocupó la secretaría y la tesorería del plantel. Nombrado vocal del Consejo de Instrucción Pública durante el régimen de Bernardo Reyes. Rescató y reunió una buena cantidad de objetos y utensilios, para la apertura de un museo en una de las salas del recién construido palacio de gobierno, el cual funcionó de 1906 a 1910. De igual forma, se dedicó a las actividades empresariales, en 1899 creó la sociedad anónima del Panteón El Carmen.



Promovió la fundación de la Junta Arqueófila de Nuevo León en 1907, con la finalidad de “procurar la conservación de monumentos antiguos y algunas obras bellas de la naturaleza y hacer estudios y exploraciones arqueológicas”. También llamada “Filarcaica”, como ejemplo de inspiración y de aquellos que aman lo antiguo, contribuyendo a su conservación. Fue uno de los principales promotores de las fiestas del centenario de la Independencia en 1910 como del Estado en 1924. Precisamente en 1910, propuso el cambio de nombre del barrio de San Luisito por el de “colonia Independencia.

A finales de 1918 recibió nombramiento honorario como inspector de edificios coloniales por Jorge Enciso, entonces director de la Inspección General de Monumentos Artísticos y Bellezas Naturales de la República. Con éste oficio, supervisó los trabajos de ampliación y restauración del templo de la Purísima a mediados de 1919, así como del Obispado. En 1930 apoyó una comisión similar, de parte del Ayuntamiento de Monterrey. Su legado quedó en el museo del Obispado y otras al cuidado de don Carlos Pérez Maldonado quien las pasó al entonces Museo de Monterrey.

En 1938 presidió el Comité Organizador de las ceremonias para conmemorar el 50 aniversario de la muerte de Gonzalitos en 1938. Dicen que no pudo salvar la vida de un paciente muy estimado y en consecuencia, dejó la atención medica. Murió en Monterrey el 4 de enero de 1940, a las 15:15 horas, a la edad de 83 años. Sus restos descansan en el Panteón del Carmen. Su lápida tiene la siguiente inscripción: “A la eterna memoria del doctor Amado Fernández”. Autor del libro “Onomatografía del Estado de Nuevo León” (1918).

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