La sede bancaria que borraron

 Antonio Guerrero Aguilar/

Mientras la calle de Padre Mier (otrora Bolívar) se caracterizaba por la calidad y cualidades de sus residencias, la calle Real o del Comercio, denominada de Morelos actualmente, mantenía edificaciones con dos niveles, detalles estéticos relevantes y materiales que no eran tan comunes o accesibles para el resto de la población. Es lamentable que solo se mantengan el hotel, la Reynera, otra casona y la sede de Banorte en la esquina de Morelos y Zaragoza. Hubo una edificación que sucumbió para levantar un moderno y funcional edificio con varios pisos, entre las esquinas de Parás y Emilio Carranza, ahora convertido y repartido un edificio de oficinas. El 18 de febrero de 1892, un grupo de inversionistas encabezados por don Evaristo Madero, junto con Jerónimo Treviño y Viviano Villarreal, a los que luego se incorporaron Marcelino Garza, Constantino de Tárnava (padre) y Ernesto Madero. Ellos firmaron el acta constitutiva del primer establecimiento de éste tipo: el Banco de Nuevo León, inaugurado el 1 de octubre del mismo año.



Los accionistas aportaron la cantidad de dos millones de pesos, con 20 mil acciones, nombrando como director al abogado Viviano Villarreal (yerno de don Evaristo), quien logró la apertura de 18 sucursales en ciudades como Tampico, Ciudad Victoria, Laredo, Sierra Mojada, Matamoros, Ciudad Porfirio Díaz (hoy Piedras Negras), Monclova, Torreón y Cuatro Ciénegas, entre otras más. La naciente institución ofreció servicios de ahorro y crédito a agricultores, productores urbanos y mineros, en donde los préstamos se hacían bajo palabra, empeño, con libranzas y letras de cambio. Seguramente esta sucursal, dejó la costumbre de guardar el dinero encima de las puertas, en los colchones de las camas y en lugares ocultos donde los ladrones no darían con ellos. Gradualmente sus inversionistas y consejeros murieron y los nuevos propietarios fusionaron o simplemente daban fin a la institución financiera, que a través de sus muros, cajas y escritorios, hablaba de la generación de capitales, del ahorro tan reconocido en la sociedad regiomontana, al préstamo como a la apuesta de nuevas fuentes de empleo. Desconozco quien fue su arquitecto, pero les aseguro que estaba muy elegante y bello.




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