La gendarmería de Nuevo León

 Antonio Guerrero Aguilar/



Durante muchos años, los responsables del orden y cuidado de la seguridad pública, dependía de los mismos vecinos. Sin querer o a la fuerza, debían presentarse a la defensa como a la persecución o aprehensión de los maleantes. Los reunían al menos un par de ocasiones para presentar “revista de armas”, precisamente en la plaza principal, denominada por lo tanto de armas. Ya en el siglo XIX, formaron las milicias cívicas, que tuvieron por sede, el “Cuartel de la Guardia Nacional”, en donde había celdas, oficinas, juzgados, armarios y patios para las prácticas marciales, a donde también llegaban los famosos “serenos”. A fines del siglo mencionado, Monterrey llegó a contar con un grupo de policía montada, mejor conocidos como de la “Acordada”. A un lado del viejo convento, siguiendo la ruta del Sol poniente, estaba la Inspección General de Policía, conocida popularmente como la “gendarmería” de Nuevo León. Por la hechura, me da la impresión de que fue levantado a fines del siglo XIX y también destruido entre 1931 para construir el Círculo Mercantil Mutualista de Monterrey. 



Por cierto, ahí encarcelaron a los santitos y vírgenes después de la destrucción del vetusto templo colonial. Pongo un ejemplo: don Leocadio Páez siendo alcalde de Santa Catarina, vio a un Sagrado Corazón en tamaño real y por compra, lo consiguió para traerlo a mi parroquia. Ni la venerable advocación se salvó de padecer el encierro. Vean las imágenes, corresponde a la calle de Ocampo entre Zaragoza y Escobedo. Ahí llegaron los rebeldes, borrachos, ladrones, pendencieros, violentos, muchachas de la vida galante y demás seres irrespetuosos del orden y la tranquilidad. Veo las fotos y llegan a mi mente, las coplas de Manrique: "Recuerde el alma dormida / avive el seso y despierte / contemplando / cómo se pasa la vida / cómo se viene la muerte / tan callando”.


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