¿Para qué cuidar el legado cultural?
Antonio Guerrero Aguilar/
¿Qué es el
patrimonio cultural, tangible como intangible? Es la relación entre los seres
humanos y las cosas que nos sentido de pertenencia, como identidad. Por lo
mismo, pueden materiales como inmateriales, formales como informales,
esenciales como accidentales. Al fin de cuentas, son significativas,
relevantes. Competen a la gente y las hacen vivir como revivir los tiempos
idos. Por eso, ponen al legado patrimonial, como memoria recuperada.
En 1925, el
sociólogo y psicólogo francés, Maurice Halbwachs (1877-1945), consideró a la
memoria colectiva, como aquello que nos lleva mantener un vínculo con el
entorno. Define al espacio desde el ámbito físico en donde nos movemos y
existimos, así como el contexto ideal donde participan y colaboran los
diferentes grupos sociales. Tenemos una memoria personal como colectiva, la
cual corresponde a un grupo social ligado a un espacio, transformado según sus
ideas, pero que a la vez somete bajo las cosas materiales que tenemos.
Persona y sociedad, hurgamos en la memoria, para considerar el sentido del presente, anclado en el pasado, pero enfocado al futuro. ¿Cómo se construye la memoria? A través de objetos y referencias en lo tocante a lo material. Debido al lenguaje, a creencias, discursos, narrativas, prácticas, contextos, reivindicación de fechas y acontecimientos, traducidos regularmente en lo inmaterial. La memoria nos lleva a recordar, a pasar las cosas sobre el corazón. Están en el cerebro, a través de percepciones, sensaciones y afectos. Los recuerdos se excitan a través de tres neuronas y empiezan a entrelazarse ante un estímulo que generó una percepción, recreado como una experiencia original, convertida en recuerdo. Luego los ligamos a imágenes, lugares y contenidos.
Simone de Ceos (556 A.C.-468 A.C.) es un poeta lírico, creador de la mnemotecnia. Una ocasión le pidieron que recitara un panegírico en honor a Castor y Pólux durante una tertulia. Le prometieron un pago, pero solo le dieron la mitad, burlándose que la otra parte se la cobrara a los mellizos. En eso se aparecieron dos personas y le hablaron. Alcanzó a salir cuando se cayó el techo y todos murieron. Como quedaron irreconocibles, le pidieron que fuera a identificarlos. ¿Cómo lo hizo? Recurrió al recuerdo, a las imágenes que tuvo para repasar el punto en donde cada uno estaba sentado.
Por eso los antiguos sentenciaban: “que el orden de los lugares, preserven el orden de las cosas y sus recuerdos denoten las cosas íntimas”. Para que no se pierdan en el velo del pasado, hay que escribirlas. De acuerdo a Aristóteles, la retórica consta de la “Inventio” (invención), “Dispositio” (disposición), “Elocutio” (elocución), la Memoria y la “Actio” (acción). La más importante es la memoria, porque cuando uno habla, es como estar reviviendo las cosas a través de la imaginación. Es como desplazarse por la mente. Por lo mismo, clasificaron los espacios en tres: “Magni loci”: que son las ventanas, los muros, los altares, las columnas… “Loci Maiores”, puntos más amplios como una casa, una calle y los “Loci Maximi”, que son los edificios públicos, los conventos y los templos, aquellos espacios sagrados en donde se resguarda precisamente la memoria.
Contrario a la historia tradicional, más bien, tiene que ver el sentido que le damos a la realidad. Es el re-cuento del patrimonio perdido, para que no caiga en el olvido.
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