Las casonas como sacramentos de la memoria

Antonio Guerrero Aguilar/

El patrimonio cultural es el vínculo entre los seres humanos y los objetos, así como del contexto en el que uno vive. Es la memoria recuperada, porque con ellas, se significan y representan muchas realidades y emociones. ¿Cómo se plasma esa esencia, cuando refiere esa relación como apego e identidad? En términos de encuentro, a través de un lenguaje, no necesariamente descriptivo sino evocador: se narra un hecho, lo llama, y en consecuencia lo atrae. Lo actualiza y le añade una cualidad, todo con la intención de no caer en el olvido ni se pierden las cosas en la vorágine de la modernidad.



Por la inherencia de las cosas, evocamos al pasado y al futuro, que son vividos en un presente, porque todo siempre implica a la persona con los muebles y utensilios. En el caso de las casas, donde lo antiguo que a duras penas prevalece, a lo mejor no tienen una historia relevante que contar, pero si contienen vivencias. En ellas, los moradores de otras épocas dejaron parte de sus vidas y ahora forman parte de otras existencias, gracias a la preocupación de su dueño que no quiere, sean parte decorativas de un museo o de una casa o depósito de antigüedades. Son sacramentos, porque las ligamos con el trabajo, el sufrimiento, las vigilias; así como las alegrías y ansias de libertad de quienes las usaron. Nuestro esfuerzo, radica en recuperar esa historia contenida en un universo simbólico como sacramental, que irrumpe y sobrevive en nuestra cotidianeidad.



Entonces los muros y techos, tienen la peculiaridad de traducir testimonios. Resguardan voces que a veces confundimos con fantasmas, como las canicas que se caen, muebles que parecen que alguien los mueve y maderas que crujen. Todos tenemos la oportunidad de captar esas identidades, las imágenes, los personajes que ahí vivieron; con tan solo ver una foto familiar de ellos, participo de las experiencias como circunstancias buenas o malas. Unos las sienten como vibras que atraen a la curiosidad para conocerlas y profundizar en ella. Son como cápsulas del tiempo que nos permiten entrar a otros planos y niveles. Delimitan el conjunto de vivencias y se traducen en recuerdos, aunque yo no lo haya vivido ahí. Dichos comportamientos rutinarios, se interpretan mediante huellas, ya sean de manera intencional o no. Por eso dicen que el espacio y el tiempo, participan de algo mágico como extraño que nos traslada a la realidad de quien la hizo, la habitó, la tocó y la usó. Cuando destruyen una casa, todo lo borran de sopetón y con ello, la oportunidad de elaborar una memoria compartida y comunitaria a la vez.



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