La fábrica de la Imperial
Antonio Guerrero Aguilar/
En julio de 1913, el matrimonio oriundo de El Carmen, don
Marcelino Villarreal y doña Úrsula Elizondo, fundaron una dulcería a la que
llamaron “M. Villarreal”. En 1918, su nombre quedó en “M. Villarreal y Cía”. El
negocio estaba casi enfrente de la plaza María Isabel, para después instalarse
en la esquina de Centro América y Arteaga. Entre 1932 y 1934, los alcaldes
regiomontanos, propiciaron la ampliación de la calle, dejando 20 metros entre
banqueta y banqueta. Aprovechando la situación, los Villarreal encargaron a
Cipriano González Bringas y al arquitecto Armando Díaz Moreda, un edificio
funcional y sobrio, adecuado a la elaboración y venta de dulces y chocolates.
El negocio familiar se convirtió en sociedad anónima en 1935 y con ello,
inauguraron la sede emblemática. Con el paso del tiempo fue modificada, pero en
esencia conservó su estilo y belleza. Parece cuento de hadas, pero este no
tiene final feliz.
El túnel de la Loma Larga se planeó para Pino Suárez. Los
vecinos se opusieron y mandaron la perforación hasta Venustiano, que padecieron
las obras hasta su inauguración en 1998. Ahora sí vino lo bueno. Argumentaron
que había muchos predios abandonados y con ello, se podían realizar obras de
infraestructura y embellecimiento urbano, desde Hidalgo hasta la Calzada
Madero. Dios nos libre de torear con la gente que llega y trata de convencer
primero a la buena y después a la mala. La gente se opone y todo empeora: “¿No
quieres? Pues bueno, a ver de a cómo nos toca”.
Las obras continuaron y en el 2004 hablaron con los
dueños de la Imperial. No quisieron, pero finalmente cedieron y mutilaron toda
la fachada. Ya sea en camión, cuando recorría como pasajero en los camiones de
Villa de García y veía con antojo a las paletas grandotas, los chicles Totito,
las gomitas “California”. La Imperial defendió su legado con un mural de Luis
Alberto Montalvo. “Ah, Monterrey, Monterrey de mis amores”, todo en aras de la
modernidad entendida por la vanguardia y la ganancia económica. Primero para
favorecer el flujo vehicular y ahora, para que ya no se usen tantos carros.
¿Quién les entiende?
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