El valor de un hogar: donde lo antiguo sufre el desdén...

 Antonio Guerrero Aguilar/

Las características de un pueblo, son expresadas de acuerdo al modo de vida de sus moradores. Existe una relación entre éstos y sus viviendas y éstas con el trazo urbano. Todo el conjunto, refleja en un atisbo la historia del lugar. Se hicieron con tres intenciones: como punto de re-unión, como necesidad de abrigo y espacio y como paisaje en donde se puede leer un contexto de materiales que interactúan hacia el exterior como al interior. Para un buen observador los materiales nos dicen mucho: pueden de ser piedra, adobe o sillar, con muros gruesos y altos, techos con vigas o morillos, pocas ventanas al exterior mientras el interior abierto, con patio y traspatio. La cocina como el centro de la casa y alrededor de ella el fogón o la chimenea. El mobiliario, la forma en que están dispuestos los enseres, el número de habitaciones a partir de la cantidad de miembros.



Una buena casa es un espacio habitable a partir de quienes ahí residen. De pronto la familia deja el solar, los hijos se mudan, entonces lo grande no funciona. Se requiere algo más pequeño. Los hogares se dividen, las maltratan y los dejan. A los dueños no les gusta darles mantenimiento por costoso, las venden y los nuevos inquilinos se sienten con el derecho de renovarlas, convertirlas en oficinas, bodegas, hacerlas estacionamiento o ponen escuelas en ellas. No faltan los intrusos que buscan tesoros en ellas.

La fachada es una cara, es como un vestido que recupera la tradición ancestral de dotar de un detalle estético o representativo a las cosas como al mismo cuerpo. Entonces los detalles estéticos, significan y relacionan al ser humano, su morada con algo más trascendente como general y natural. Cada decoración, compuesta por sus pretiles, frisos, cornisas, puertas, ventanas, guardapolvos, “lloraderos”, los mascarones, las veneras, las figuras, escudos, rostros y cabezas, la vegetación como símbolo de fecundidad y otros elementos que se pueden ver.



Los que vivieron durante los siglos XVII y XVIII, buscaron eliminar lo inútil, lo superfluo como lo que no era necesario. Es más, si alguien sumaba algún rastro de elegancia y distinción, se le apartaba, incluso hasta se le veía mal en sociedad. Precisamente la evolución cultural, tiende a reducir y a desaparecer aquello que pueda ser ostentoso. Por eso nuestra arquitectura tradicional era sencilla como elemental: cerrada al exterior pero abierta al patio como al traspatio.



Entrar a la casa, es como entrar a la intimidad de sus residentes. Consideraban que no había relación con el orden del mundo. Por eso, cada época se represente en lo visual. Hay capas sobrepuestas, como los orificios que nos permiten ver los tiempos idos. Pero la industria y el comercio apuntalaron a Monterrey en la fábrica de la frontera y llegaron estilos, que poco a poco reemplazaron los otros y se pusieron en boga. Vaya, hasta hoy en día representan la posición y la actitud de sus moradores. 

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