El cine Elizondo

Antonio Guerrero Aguilar/

Primero el convento, luego el puente… la modernidad exigía cambios para una ciudad repleta de historia, anhelante de figurar en el plano mundial. Hubo una vez, una sala cinematográfica conformada por imágenes y vivencias, ansias y emociones en medio de iconos orientales. Ahí se quedaron noviazgos furtivos, sonrisas infantiles, lágrimas de tristeza como de emoción. Sobre los cimientos del teatro del Progreso, los Rodríguez se animaron a levantar un centro en alabanza a la industria fílmica.



Aún prevalecía la cultura regiomontana del trabajo, el esfuerzo y la unión, borrada hoy en día por la autocomplaciente “fregonería regia”. Adolfo y Antonio, convencieron a Encarnación, Narciso y Luis Elizondo de “Atracciones Mundiales”, para construir un gran cine, modelo y culmen del verdadero Monterrey que pensaron desde el siglo XIX. Intervinieron el ingeniero Arturo Olivero Cedeño y el arquitecto Lizandro Peña, quienes diseñaron un auditorio decorado por figuras y emblemas de una enigmática cultura; los dragones, las princesas, los budas y las referencias míticas de las legendarias Zipango y Catay. Se hizo con materiales tan nuestros, esculturas moldeadas con yeso y alambre. Lo digo porque después uno de los destructores, minimizó los materiales habidos.



Llegó la noche esperada del estreno. El 10 de septiembre de 1943, la ciudad pudo emular a Hollywood pero a la mexicana. Llegaron María Félix y Cantinflas, lo más granado de la industria y el comercio regional. Sin faltar las autoridades municipales y del estado. Afuera las luces iluminaban una fachada repleta de rasgos en Art Decó, un letrero vertical con la inscripción: “Cine Elizondo”. Por fin comenzó la película “China Sky”. Todo iba bien, hasta que llegó don Alfonso en 1979. El cine estorbaba en lo que sería un área con jardines y una fuente dedicada al Neptuno. El 2 de noviembre de 1981 ocurrió la última función. Solo hubo un defensor al que tildaron de loco y opositor del cambio. Un artista de nombre Héctor Ramírez, quien recibió como respuesta de parte de don Pepe Saldaña: “El arte dentro del cine Elizondo es importante, pero más la construcción de la gran plaza”. Don Israel evitó el tema y el gremio no quiso dar su opinión. Era difícil ponerse al brinco al entonces gobernante. Poco a poco, lo fueron desapareciendo…

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