El camposanto de la Purísima

Antonio Guerrero Aguilar/

A espaldas del templo de la Purísima, también hubo un panteón. Cuando el señor obispo Ignacio de Arancibia tomó posesión de la diócesis en 1818, decidió que las inhumaciones ya no debían hacerse en la Catedral. Entonces ordenó la construcción de un nuevo camposanto, situado a espaldas de aquella capilla dedicada a la virgen Chiquita. El prelado falleció en 1821, por lo que no pudo ver la obra concluida. Para el año siguiente, ya tenían un espacio digno para la última morada de aquellos pobladores regiomontanos. Al centro estaba una cúpula sostenida por cuatro columnas, en donde velaban a los difuntos. De lado sur unos nichos dedicados a los sacerdotes y religiosos, al norte otros para la gente rica y por los lados, tumbas y túmulos para los pobres.



Aquí dejaron de sepultar en 1833 cuando ocurrió la epidemia de cólera, llevando a los difuntos a un sitio destinado para convento de las hermanas capuchinas que nunca lo ocuparon, ubicado en un terreno delimitado por las actuales calles de Colegio Civil, Juárez, Aramberri y Ruperto Martínez. Pasada esa calamidad, volvieron a usar la necrópolis de la Purísima, hasta que quedó lleno y decidieron clausurarlo en 1844. A la llegada de las tropas norteamericanas en 1846, describen la existencia de un panteón situado entre la Catedral y el Obispado. Los restos humanos ahí se quedaron por mucho tiempo, hasta que decidieron inhumarlos en el panteón civil número 1 que amparados a las leyes de Reforma. abrieron allá por donde ahora está la Normal Superior.


Comentarios

Entradas populares de este blog

La Casa Verde

Muchas gracias

El pasado expuesto al daño