La casa de los Sánchez Navarro
Antonio Guerrero Aguilar/
Seguramente han visto imágenes de una casona, que prácticamente cerraba el acceso al atrio de la iglesia Catedral de Monterrey. De dos niveles, con balcones en su fachada, sobria, altiva, decorada en sus muros por unos trazos que resaltaban en todo el entorno. Era del siglo XVIII, propiedad de los hermanos Ramón y Agustín de Larralde, amos y señores de la hacienda Larraldeña del Real de Minas de Santiago de las Sabinas. Luego en 1794, el señor párroco de Monclova, don Miguel Sánchez Navarro, se convirtió en miembro del cabildo catedralicio de la diócesis del Nuevo Reino de León, gracias a la intervención del virrey de la Nueva España. Este personaje conformó un latifundio en el centro de Coahuila y con la nueva posición, gozaba de una parte de las ganancias que llegaban por concepto de diezmos, donaciones, capellanías y renta de propiedades. Murió en 1836 y ahí residió su hermano también sacerdote, de nombre José Ignacio, quien llegó a ser nombrado obispo de la ya denominada diócesis de Linares-Monterrey en 1851, pero no alcanzó a tomar posesión de su encargo por su repentina muerte ocurrida el 5 de agosto de tal año.
Por la cercanía, fue
ocupada por los prelados que gobernaron la curia diocesana. Lamentablemente, en
1957 decidieron ampliar la plaza Zaragoza hacia el sur, para darle acceso a la
avenida Constitución. La triada de historiadores de aquel tiempo, integrada por
Santiago Roel Melo, Pepe Saldaña y Carlos Pérez-Maldonado, cuando supieron de
su inminente destrucción, pidieron convertirla en museo. No fueron escuchados,
en ese sitio dejaron una plaza dedicada al insigne fray Antonio Margil de Jesús
y actualmente al recordado señor cura Raymundo Jardón.
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