La capilla de San Caralampio
Antonio Guerrero Aguilar/
Hubo un tiempo en que Monterrey solo tenía dos templos, el de la Iglesia Catedral y el convento. Pero la devoción personal, mantuvo al menos cinco capillas que se perdían por entre las calles cercanas a la plaza de armas. Hoy en día, nos llegan referencias de Lourdes y Dulces Nombres, mientras que las patronas de Monterrey aún no figuraban en ese periodo, tan solo con unas ermitas que de pronto se convirtieron en templos: la Purísima y el Roble. Lo extraño es que dos de ellas estaban en frente o cerca de la Catedral como del Roble. Una de ellas dedicada a San Caralampio, el patrono contra las plagas, calamidades que de vez en vez cobraban muchas vidas. Un regiomontano de nombre Francisco León Gómez, decidió construirle una capilla entre 1829 y 1830. La hizo en su solar y a sus expensas, con muros de sillar y una fachada similar a la de Dulces Nombres que se hizo a partir de 1840.
Le mandaron hacer un cuadro al que rezaban:
“Santísimo Caralampio, danos salud y confianza, ahuyenta los malos aires y la
plaga sin tardanza” que colocaron en el altar mayor. Su dueño murió el 10 de
abril de 1838 a la edad de 49 años y dispuso que sus restos ahí se quedaran.
Por lo que se sabe, en 1843 ya no estaba funcionando y a la salida de las
tropas norteamericanas, quedaba en ruinas. ¿Dónde se ubicaba? En la esquina de
Guerrero y 15 de Mayo, en frente de donde se estaba levantando el santuario a
nuestra Señora del Roble. Lo único que se tiene es la pintura y en esa esquina,
una tienda de conveniencia de cuatro letras. A rezarle al santo para lo
que se ofrezca.
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