Patrimonio, legado y memoria
Antonio Guerrero Aguilar/ Becario PECDA Nuevo León 2023
Por lo regular, quienes se dedican al cuidado del
patrimonio, son los cronistas, historiadores locales, arquitectos y urbanistas.
Los primeros, a veces no cuentan con la preparación formal, pero sí el amor por
su pueblo y sus raíces, con las ganas y el interés de preservar la memoria de
los tiempos idos. muchos de ellos, se dedican a la microhistoria, teoría y
recreación que hace Luis González y González en “Pueblo en Vilo”. A través de
su lectura, se les invita a integrarse con la documentación que proporciona la
tradición oral, los archivos parroquiales y municipales, y el paso de los
acontecimientos nacionales e internacionales por su pueblo.
Precisamente, fueron unos versos que apuntalaron la
vocación de don Israel Cavazos (1923-2016), como liberador de las cosas que
estaban ocultas por el velo de los tiempos idos. Fue inspirado por los versos
de “Vejeces” del poeta colombiano José Asunción Silva (1865-1895). Fuera de la
docta exposición y la solemne presencia del historiador, salía la personalidad
apegada al solar materno de la entonces Villa de Guadalupe al recitar algunos
fragmentos:
El pasado perfuma los
ensueños
con esencias
fantásticas y añejas
y nos lleva a lugares
halagüeños
en épocas distantes y
mejores…
La labor del cronista, curiosamente no depende tanto de
la historia, más bien de lo que se pretende recuperar. Se apoya en otras
disciplinas como la antropología, la cultura, la sociología y la literatura. Busco
las palabras de Carlos Fuentes: la memoria cultural es la piedra de toque para
la construcción del futuro, para que el recuerdo prevalezca sobre el olvido.
Resulta paradójico que en Monterrey, la ciudad del conocimiento, de la
“mente-factura”; donde no advierten que el pasado nos alcanza y continuamente
nos remite a los tiempos idos, a los que muchos le resultan extrañas como fuera
de lugar:
por eso a los poetas
soñadores,
les son dulces,
gratísimas y caras,
las crónicas,
historias y consejas,
las formas, los
estilos, los colores…
Las cosas viejas,
tristes, desteñidas,
sin voz y sin color,
saben secretos
de las épocas
muertas, de las vidas
que ya nadie conserva
en la memoria.
Quienes nos dedicamos a esto, por la libre y sin gremios,
tenemos presente que hay otra historia que corre a contrapelo de la
historicidad tradicional como de carácter oficial. En lo viejo e inservible
como abandonado, a punto de colapsar, de pronto algo irrumpe en ellas, rompe
con la monotonía y se hacen significativas como algo digno para recordar. Los
objetos expuestos en museos y zonas arqueológicas, un día fueron utilitarias a
partir de un fin. Estaban porque simplemente servían para algo.
Por eso, hablar de vida cotidiana es un tema complejo. Lo
cotidiano, no es necesariamente aquello ligado a lo doméstico, sino más bien, a
una actividad repetitiva donde las escalas de tiempo pueden ser diferentes,
dependiendo siempre de los individuos que las desarrollaron. Cuando esos
momentos y cosas inciden o están presentes en un logro, en un pasaje triste o
melancólico, adquieren otro sentido. Lo normal e intrascendente habla, hacemos
relaciones; las narramos y se convierten en manifestaciones que construyen
vidas e historias.
Al patrimonio tangible, se llega con la historia, la
arqueología, la paleontología, el arte y la arquitectura. Lo intangible son los
motivos de pensamiento, inspiración y de acción de un pueblo y como no se
pueden ver ni tocar sin embargo existen, pero corren el riesgo de perderse.
En la entidad, tenemos dos claros ejemplos de la
arqueología: la prehispánica ancestral y la industrial. A tal disciplina, no
necesariamente estudia los testimonios de un pasado remoto, sino también de
aquello reciente y próximo. En la historia de la cultura, ahora se denomina “arqueología
industrial” a todos los vestigios que se desarrollaron y construyeron para una
actividad productiva. Y como muchas empresas ya cerraron, ahora están sujetas a
la destrucción.
Lamentablemente en Nuevo León solo consideran dignos
ejemplos de la arqueología industrial a plantas emblemáticas que surgieron a
partir de 1890 como la cervecería y la fundidora y al resto de los vestigios
los niegan, quedan susceptibles a la destrucción, al saqueo y al olvido.
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