Los "chalet´s" y el origen de las fincas de descanso

 Antonio Guerrero Aguilar/



¿Cuántos “chalet´s” quedan de todos los que alguna vez existieron? Posiblemente unas diez, de los cuales puedo señalar el de la vidriera, la residencia de Robertson, el de los Rivero en los antiguos molinos de Jesús María, actual colonia Valle del Seminario y el de la biblioteca “Modelo” en La Leona, que fue sede de un añorado y prestigioso colegio conocido como “Cantú Treviño”. Por mucho tiempo, permanecieron altivos y señoriales, con suficiente terreno a su alrededor, además de acequias y aguajes en donde se pudieran hacer las tardeadas y fiestas para convivir sin ser molestados. Esas viviendas se construyeron hacia el norte por los límites de la ciudad. Allá por la Asarco por el rumbo de Ruiz Cortines y Guerrero, así como por la avenida Progreso (actual Pino Suárez), unas cercanas a la Cervecería, la Fundidora, la Vidriera o en la hacienda del Canadá en General Escobedo, además de otras tres en el municipio de San Pedro Garza García: la de Jiménez y Morones Prieto desaparecida para construir una escuela. El de La Leona, está desde tiempos de don Roberto Law (a fines del siglo XIX) y muchas de las adecuaciones se hicieron con don Manuel Cantú Treviño. El edificio es de sólida factura. 



Sus habitaciones hospedaron técnicos e ingenieros extranjeros, que llegaban a realizar trabajos en la importante fábrica textil. El chalet sirvió como casa de campo y alojamiento temporal de los Cantú Treviño, y como punto de reunión de las socias del Club Mariposa. Fueron muy famosas las tardeadas del domingo o días de descanso. Jugaban tenis, voleibol, croquet y hacían otras actividades al aire libre. Ahí salieron muchos noviazgos de gente bien posicionada en el comercio, la industria y la minería. “¡Ah qué tiempos aquellos señor don Simón!”




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