La vieja colonia del Mirador
Antonio Guerrero Aguilar/
La renuncia de Bernardo Reyes y la inundación de 1909, más la lucha revolucionaria que vivimos hasta la llegada de Aarón Sáenz a la gubernatura y José Benítez a la secretaría de gobierno en 1928. En cuatro años, los dos alternaron el poder político, debido a las intenciones de Sáenz de buscar la presidencia de la República, sueño y aspiración que parece negada a los nuevoleoneses. La ciudad vieja presentaba una traza repleta de vericuetos y calles angostas. Con tan solo unas dos o tres vías que lo mismo, atravesaban de oriente a poniente como de norte a sur. Sin ser urbanista, José Benítez decidió la planeación de la gran ciudad que aspiraba Monterrey a convertirse. Se terminaron las ampliaciones de las calzadas Madero y Pino Suárez, y ensancharon Morelos y Zaragoza. En 1929 nacieron dos colonias que movieron el crecimiento demográfico, al sur, la Roma a la vera del viejo camino al Huajuco desplazado luego por la Carretera Nacional y al poniente, El Mirador, un sitio poblado preferentemente por norteamericanos que laboraban en las fábricas y minas controladas por ellos. Para ello hicieron “chalets” y “bungalós” con materiales sólidos distintos al adobe, la piedra y el sillar. Aunque en algunos documentos, aparece como “Colonia del Doctor Treviño”.
Una escuela a la que llamaron American School Foundation
of Monterrey, ahora sede la una prestigiosa escuela de idiomas. La calle
Hidalgo de ser tan estrecha e irregular, dio origen a una calzada con un camellón
en medio, que impresionaba a todo aquel que llegaba a la capital de Nuevo León.
Lamentablemente con ese beneficio, tiraron la casa del Mirador, porque estaba
prácticamente en medio de la calle. Esos proyectos ahora dan origen a muchas
oficinas y negocios, que más o menos respetaron las casas, pero ahora están
cediendo ante la construcción de grandes edificios.
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