El panteón el Roble de Monterrey
Antonio Guerrero Aguilar/
Las mejores
tierras para sembrar de los Urdiales, estaban delimitadas por el antiguo camino
a Villa de García y la vía a Torreón. Ahí quedaron dos panteones: el Roble en
1933 y el Tepeyac en 1944. El 10 de febrero de 1933, surgió una sociedad
anónima, integrada por Adolfo y Virgilio Larralde, Dolores Rangel de Larralde y
Margarita Lagüera de Larralde, Ángel Fuentes y Carlos Dressel, con el nombre de
“El Roble S.A. Industrial y Mercantil, Cementerios y Funerales, S.A. para brindar
servicios e inhumaciones, manufactura de ataúdes, cultivo de flores y todo
aquello relacionado al ramo funerario. Solicitaron al cabildo de Monterrey los
permisos respectivos, entonces por condición, les pidieron la construcción de
una carretera con anchura no menor de diez metros, hecha con grava y asfalto,
para facilitar el traslado de cadáveres. La disposición fue cumplida, cuando se
hizo el camino desde la Calzada Madero hasta la congregación de los Urdiales. Se
trataba de un parque jardín destinado al descanso eterno, por lo que se supone,
contrataron al constructor Anastasio Puga, la hechura de un singular acceso de
imitación de cantera rosa. Regularmente todo lo que tiene que ver con el arte
funerario, corresponde a perpetuar la vida y la memoria de nuestros seres
queridos. Pues bien: abajo del puente Gonzalitos-Ruiz Cortines, se formaba una
boca-calle estrecha que debían ampliar. Plantearon un sistema vial a
contraflujo, con varios semáforos sincronizados alrededores de una rotonda.
Atrás del gimnasio están unos terrenos pertenecientes a Agua y Drenaje de
Monterrey como del Panteón El Tepeyac. Entonces el alcalde Felipe de Jesús
Cantú (2000-2003), dispuso el ensanchamiento del lado norte, afectando el
pórtico, como la barda y algunos sepulcros del Roble. Hubo oposición y
reclamos, pero finalmente, la obra quedó tal y como la querían. Unos dicen que
movieron el pórtico, otros que hicieron otro.
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